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>>Después me detuve en Hong-Kong, isla de
China. Es más, llegó a Turín monseñor Raimondi,
misionero por aquellos países, en busca de quien
quisiera seguirlo y, por un momento, me incliné a
entablar gestiones con él. Pero éstas no cuajaron,
porque monseñor Raimondi quería poner ataduras a
la Congregación y especialmente la condición de
que todo lo que la Congregación adquiriese por
donativos o compras, sería propiedad de su misión.
Pensé un rato si aquellos isleños podían ser los
salvajes de mi sueño; pero me informé bien y me di
cuenta de que la naturaleza del terreno era muy
distinta y muy diferente la índole de los
habitantes. Esta investigación me costó nuevos
estudios geográficos, pero inútilmente.
>>Pasé después a acariciar la idea de las
misiones de Australia, porque algún tiempo después
estuvo en el Oratorio monseñor Quinn; le pedí
informes del estado de aquellos salvajes y de su
condición, pero las descripciones que me hizo no
concordaban con lo que yo había visto.
>>Sin embargo, aquel sueño había dejado en mí
impresiones tan grandes y caracteres tan marcados
que no podía despreciarlo, porque la experiencia
de otras veces me persuadía de que había de
cumplirse lo que había visto.
>>Australia fue sustituida poco a poco en mi
mente por Mangalore, isla de las Indias. Busqué
libros, hablé con sacerdotes ingleses llegados de
aquellas regiones y, por una singular
equivocación, me convencí de que, por ciertas
comparaciones que hice, el sueño correspondía a
las Indias, o también a Australia, cuyas ideas
iban reviviendo. Desde aquel instante, durante
casi cuatro años 1, yo no hablaba más que de estos
países. Es más, llevé las cosas a tal ((**It10.1269**)) punto
que don José Bologna y el clérigo Quirino tuvieron
que aplicarse con ahínco al estudio de la lengua
inglesa. Por esta época empezó el químico Ferrero
a rondar por la casa hasta establecerse en ella
con sus mapas de la India Cristiana. Incluso se
habló en Roma de darnos un Vicariato Apostólico en
aquellas regiones.
>>Finalmente, en 1874, el comendador Gazzolo,
Cónsul de Argentina en Savona, conoció en Varazze
a don Bosco y el espíritu de la Congregación
Salesiana. Habló de ello en América al Arzobispo
de Buenos Aires y a muchos sacerdotes, los cuales
se entusiasmaron por los Salesianos y expresaron
el deseo de que fuera un grupo de ellos a
establecerse en sus tierras.
>>El Secretario del Arzobispo me escribió
entonces diciendo que
1 Evidentemente el sueño sucedió en 1871.
(**Es10.1164**))
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