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((**Es10.1146**) coro <>. Un misterioso éxtasis de elevación espiritual envolvió a la masa de fieles. Las rosas en las manos de san José y las celebradas por las argentinas voces de cien jóvenes nos daban la impresión de encontrarnos en un jardín embellecido con el esplendor de la majestad de san José y perfumado con el aroma de las virtudes del gran apóstol de la juventud, que estaba a sus pies recogido en el éxtasis de su piedad. Don Bosco mandó sacar fotografías del cuadro, que fueron ampliamente difundidas por la librería del Oratorio, y la Unit… Cattolica del 7 de mayo hacía estos elogios: Ite ad Joseph (id a José).-Tenemos a la vista un bonita fotografía que representa el patrocinio de san José. Está tomada del cuadro al óleo recientemente colocado como retablo del altar en una de las capillas laterales de la iglesia de María Auxiliadora en el Oratorio de San Francisco de Sales en Turín. El cuadro es un nuevo trabajo del señor Lorenzone, cuya valía, máxime en obras de tema religioso, no necesita de nuestras palabras para ser conocida. Amigos y enemigos del valioso artista reconocen a una que en lo relativo a sentimiento, es decir, expresión del afecto religioso, de ése no sé qué, que habla al alma y despierta vivos y variados afectos en el corazón de todo el que examine la pintura, aun sin ser entendido en el arte, no anda en zaga a ninguno de nuestros tiempos. El concepto que inspira la obra es sencillo, pero devoto como el que más; está al alcance de la capacidad del pueblo para darle a entender, con sólo mirarlo, la sublimidad y el poder del gloriosísimo Esposo de la Madre de Dios. El Santo, de pie sobre una nube, rodeado de ángeles, en diversas y devotas actitudes, tiene en su brazo al Niño Jesús, el cual sostiene sobre sus rodillas un cestillo lleno de rosas. El Niño toma las flores y se las entrega a san José, y éste las va dejando caer, una tras otra, sobre la iglesia Auxilium Christianorum, que se ve debajo. La actitud del Niño Jesús es preciosísima, porque, vuelto hacia su querido Padre legal le sonríe con inefable dulzura. El Santo Patriarca parece extasiarse ante aquella divina sonrisa y diríase que la celeste alegría del divino Infante se redobla al reflejarse en el amado rostro. Para completar este ((**It10.1249**)) delicioso grupo, está al lado del Niño Jesús, en pie y llena de gracia, su santísima Madre María Virgen, la cual, con devotísima actitud y arrebatada en la contemplación de aquel dulce cambio de inefable amor por su divino Hijo y su purísimo Esposo, parece enajenada con la infinita dulzura que inunda su corazón. Un detalle más. Don Francisco Giacomelli, que fue compañero de seminario del Santo y, después de la muerte del teólogo Golzio, su confesor, contaba que, habiendo observado que las rosas que san José dejaba caer en sus manos, eran encarnadas y blancas, preguntó a don Bosco: <<->>Qué significan esas rosas blancas y encarnadas? (**Es10.1146**))
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