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coro <>. Un misterioso éxtasis de elevación
espiritual envolvió a la masa de fieles. Las rosas
en las manos de san José y las celebradas por las
argentinas voces de cien jóvenes nos daban la
impresión de encontrarnos en un jardín embellecido
con el esplendor de la majestad de san José y
perfumado con el aroma de las virtudes del gran
apóstol de la juventud, que estaba a sus pies
recogido en el éxtasis de su piedad.
Don Bosco mandó sacar fotografías del cuadro,
que fueron ampliamente difundidas por la librería
del Oratorio, y la Unit… Cattolica del 7 de mayo
hacía estos elogios:
Ite ad Joseph (id a José).-Tenemos a la vista
un bonita fotografía que representa el patrocinio
de san José. Está tomada del cuadro al óleo
recientemente colocado como retablo del altar en
una de las capillas laterales de la iglesia de
María Auxiliadora en el Oratorio de San Francisco
de Sales en Turín.
El cuadro es un nuevo trabajo del señor
Lorenzone, cuya valía, máxime en obras de tema
religioso, no necesita de nuestras palabras para
ser conocida. Amigos y enemigos del valioso
artista reconocen a una que en lo relativo a
sentimiento, es decir, expresión del afecto
religioso, de ése no sé qué, que habla al alma y
despierta vivos y variados afectos en el corazón
de todo el que examine la pintura, aun sin ser
entendido en el arte, no anda en zaga a ninguno de
nuestros tiempos.
El concepto que inspira la obra es sencillo,
pero devoto como el que más; está al alcance de la
capacidad del pueblo para darle a entender, con
sólo mirarlo, la sublimidad y el poder del
gloriosísimo Esposo de la Madre de Dios. El Santo,
de pie sobre una nube, rodeado de ángeles, en
diversas y devotas actitudes, tiene en su brazo al
Niño Jesús, el cual sostiene sobre sus rodillas un
cestillo lleno de rosas. El Niño toma las flores y
se las entrega a san José, y éste las va dejando
caer, una tras otra, sobre la iglesia Auxilium
Christianorum, que se ve debajo. La actitud del
Niño Jesús es preciosísima, porque, vuelto hacia
su querido Padre legal le sonríe con inefable
dulzura. El Santo Patriarca parece extasiarse ante
aquella divina sonrisa y diríase que la celeste
alegría del divino Infante se redobla al
reflejarse en el amado rostro.
Para completar este ((**It10.1249**))
delicioso grupo, está al lado del Niño Jesús, en
pie y llena de gracia, su santísima Madre María
Virgen, la cual, con devotísima actitud y
arrebatada en la contemplación de aquel dulce
cambio de inefable amor por su divino Hijo y su
purísimo Esposo, parece enajenada con la infinita
dulzura que inunda su corazón.
Un detalle más. Don Francisco Giacomelli, que
fue compañero de seminario del Santo y, después de
la muerte del teólogo Golzio, su confesor, contaba
que, habiendo observado que las rosas que san José
dejaba caer en sus manos, eran encarnadas y
blancas, preguntó a don Bosco:
<<->>Qué significan esas rosas blancas y
encarnadas?
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