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Como decía el Papa Pío XI, su gran corazón y su
mente amplia y dinámica hubieran podido llegar a
ser lo que se llama el docto, el pensador, pero
prefirió hacerse todo para todos en un agolparse
continuo de asuntos, como si no tuviese nada más
que hacer, con una amabilidad y humildad
insuperables.
Por diciempre de aquel año, ((**It10.1223**)) se
doctoraba en Sagrada Teología, en la Real
Universidad de Turín, el primero de los nuestros,
don Juan Cagliero.
Don Bosco, así lo afirmaba el mismo Cagliero en
el Proceso Informativo, <>A lo que contestábamos nosotros:
>>-No es un gran mal no tener títulos; porque
usted se presentará con muchos méritos, que valen
más que todos los títulos y, además, el nombre de
don Bosco >>no es superior a todo título?
>>-Será un título, añadía bromeando, pero
siempre del bosque, es decir, de madera.
>>Un día sostuvo esta misma conversación ante
el comendador Garelli, Delegado Real de Enseñanza
en Turín. No comprendía éste el tono de broma de
don Bosco; tomó en serio su queja y exclamó:
>>-íCómo es eso! >>Don Bosco no es profesor, no
tiene diplomas, ni siquiera un diploma de maestro
elemental? íDon Bosco, el primer educador de la
juventud! >>Y el Gobierno no ha hecho nada por
usted hasta ahora? >>No ha reconocido sus méritos?
Pues bien, yo pensaré en ello y mañana mismo
escribiré al Ministro y tendrá usted todos los
diplomas que merecen sus escritos y sus obras.
>>El Siervo de Dios entonces le rogó que no se
molestara, pues sus palabras no eran más que una
broma. A pesar de todo, el Delegado Real no podía
convencerse de que don Bosco no tuviese algún
diploma y manifestaba su estupor, mientras
admiraba la humildad de nuestro querido Padre>>.
Lo que más deseaba don Bosco era llegar a la
meta, es decir, a la aprobación definitiva de la
Pía Sociedad y por esto se preparaba para ir a
Roma.
Escribía a la condesa Uguccioni:
(**Es10.1123**))
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