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momento el corazón del oficial, le invitó a
arrodillarse con él y rezar juntos unas plegarias
a María Auxiliadora pidiendo la salud de la
moribunda, y después lo despidió.
>>Apenas había pasado una hora cuando volvía el
oficial a toda prisa, pero radiante de alegría. Le
advirtieron que en aquel instante el Director se
encontraba con los piadosos bienhechores de la
casa, reunidos con ocasión de la solemnidad, y no
le era posible hablarle...
>>-Dígale, en mi nombre, repuso el oficial,
que, por encima de todo, necesito decirle una sola
palabra...
>>Al enterarse el Director de que se le
reclamaba con tanta insistencia, se presentó al
oficial. Así que éste le vio, emocionado y
visiblemente lleno de alegría, le dijo:
>>-En cuanto salí de aquí, fui corriendo a casa
y íun milagro!: mi esposa, a la que había dejado
moribunda en la cama, había sentido de pronto que
cesaban los dolores y le volvían las fuerzas;
pidió sus vestidos y, cuando yo entré, salió a mi
encuentro, débil todavía, pero completamente
curada.
>>Y siguió contando la emoción experimentada,
sacó un rico brazalete de oro y dijo: -Este es el
regalo de bodas que hice a mi esposa; juntos lo
ofrecemos ((**It10.1172**)) ahora
de todo corazón a María Auxiliadora, a quien nos
reconocemos deudores de esta inesperada
curación>>.
El Director volvió pocos minutos después a la
sala donde estaban reunidos los bienhechores y,
enseñándoles el brazalete, les dijo:
<<-He aquí una muestra de gratitud por una
gracia obtenida hoy mismo por intercesión de María
Auxiliadora, cuya solemnidad celebramos>>.
Aquél día comenzó el Señor a comunicarle
particulares ilustraciones para bien de la Iglesia
y de las Naciones, que se repitieron el 24 de
junio, según resulta de la exposición que de ellas
hizo con el título de <<24 de mayo de 1873-24 de
junio de 1873>>, y de la carta enviada al
Emperador de Austria 1.
En cambio, seguía siendo grave la situación
económica.
<>, escribía a la madre
Galeffi, Presidenta de las Nobles Oblatas de Tor
de'Specchi, <>; y, al
mismo tiempo, le informaba de que había dos
sacerdotes genoveses uno de los cuales, de gran
corazón, había dejado su herencia a la obra
Salesiana; y que el otro, hombre muy original,
1 Véase el Capítulo I: 5. UN DON SINGULAR. n.
13.
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