Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es10.1067**) hubiese molestado con este asunto incluso al Padre Santo y a Su Eminencia. Y no basta esto, sino que cierra la carta dicho Prelado con esta ((**It10.1163**)) sentencia: No ignoro, Eminentísimo, que también el jefe o Superior de un pío establecimiento de Turín está metido en este asunto y anda azuzando las miras torcidas de quien trabaja por perturbar y ofender la autoridad y representación sagrada del Arzobispo. Puede usted creerme, queridísimo don Bosco, que estas lamentaciones del Prelado, que escribió esta carta, no causaron la más pequeña impresión en el ánimo del Cardenal, porque está preparado para todo y fueron para mí materia de nuevos y concluyentes comentarios que pusieron de relieve las arbitrariedades, imprudencias y pasos en falso que da ese Monseñor, comprometiendo realmente su representación, que debería honrar más. El Cardenal quedó disgustadísimo con el resultado. Era muy grande su deseo de poder llegar con su mediación, en verdad autorizadísima, a una conclusión mejor en favor de la bonísima señora Eurosia, y más aún en favor de su Oratorio de San Francisco de Sales. Pero, determinado el punto, que resueltamente sostiene el Arzobispo, de que no existe testamento alguno, actum est de Sejano (el pleito queda zanjado); porque, como observa acertadamente el Cardenal, falla el punto de partida y desaparece el eje alrededor del cual giran todos los derechos que la señora Eurosia quería justamente reclamar. En una controversia judicial hubiérase podido (en causa simplemente indiciaria como lo es ésta) recurrir al expediente de un juramento, de haberlo admitido, por tratarse de un personaje que tiene derecho a que se le conceda toda presunción de verdad cuando habla y afirma o niega. Pero en una interpelación casi confidencial, como la que había hecho el cardenal Antonelli, >>qué otro remedio quedaba después de la firme, constante y abierta afirmación hecha por el Prelado de que no se encontró ningún testamento, que no existe ningún testamento y, por otra parte, todo lo que existía perteneciente al difunto ha sido entregado a quien tiene derecho a su herencia? Decía el Cardenal, aunque interiormente se me mostraba convencido de lo contrario, que hay que darse por vencidos y aguantar todo en paz, resignándose también en esto a la voluntad de Dios, que así lo ha permitido. Aquí tiene usted, queridísimo don Bosco, el informe general de toda esta controversia, por la cual volví dos veces al despacho del cardenal Antonelli, después de los tres coloquios anteriores a la carta que escribió a Turín. Mi disgusto por el fracaso de esta negociación fue grandísimo, pero quedó suavizado en gran parte por lo que dije y me contestó su Eminencia en favor de don Bosco y de su fundación. Puede usted estar bien seguro de que, si hubiera dependido de su Eminencia, el dinero del difunto estaría ya totalmente en sus manos para beneficio de esa su santa Institución. Puede también estar usted seguro de que el proceder de aquel Prelado no agrade y que a su tiempo ((**It10.1164**)) sabrán juzgarlo aquí como se debe. Por ahora conviene estar sometidos al peso de los tiempos y de las circunstancias que nos guían. Pero ninguna cosa es duradera aquí abajo, pues todo es finito, y aún son más angostos los límites que cercan la prepotencia y la injusticia. Aquí, pues, viene como anillo al dedo lo de Virgilio: Durate et rebus vosmet servate secundis... (aguantad y preparaos para tiempos de prosperidad...). Pero comenzaron a correr rumores sobre la contienda, y hubo quien propuso a la señora Monti que vendiera sus razones sobre la (**Es10.1067**))
<Anterior: 10.1066><Siguiente: 10.1068>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com