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que se entregara a don Bosco para la liberación
del servicio militar de sus clérigos por un valor
de unas mil liras anuales en títulos de la deuda
consolidada; 2.° que los títulos de dicha deuda
existían verdaderamente en la habitación del
difunto teólogo don Félix, de grata memoria, en el
momento de su muerte; 3.° que actualmente dichos
títulos y todo lo demás del difunto, como cartas,
dinero, etc., está en manos del Arzobispo o de
quien haga sus veces; 4.° y que, finalmente, el
mencionado Arzobispo, a pesar de habérsele
invitado varias veces, rehúsa entregar dichos
valores y los papeles u otras cosas a la señora
Eurosia, ((**It10.1162**)) a don
Bosco y a algún otro interesado; yo, dice el Emmo.
Cardenal, de buen grado, y con todos los
miramientos debidos, la enviaré enseguida,
acompañada de otra carta mía, al encargado de la
Santa Sede, adjunto en la Nunciatura de Turín en
otro tiempo, para que se persone ante el Arzobispo
en mi nombre y oficiosamente le obligue a darme
descargo de todo. Creo yo que éste puede ser el
camino más corto, más directo y también el más
conveniente y eficaz para obtener lo que se
pretende. Me agradaría, añadió el Cardenal, que
esta señora dejase entrever en su carta que tiene
mucho respeto a la dignidad del señor Arzobispo, y
que por eso no ha querido hasta el presente acudir
a los tribunales, pero no diga que desiste
completamente de esta voluntad, para que yo pueda
en mi carta hacer hincapié en este punto y lograr
que el Arzobispo se rinda voluntaria y dócilmente
a su deber>>.
Hizo la señora una exposición detallada,
Monseñor la presentó al Cardenal y éste, con suma
delicadeza, envió un exhorto a monseñor
Gastaldi...; y el 25 de octubre de 1873 escribía
monseñor Fratejacci a don Bosco:
El connotado señor Arzobispo, a quien usted
conoce perfectamente, después de mucho tiempo
respondió puntualmente al exhorto affabre
elabororato (elegantemente redactado) por el
apreciado Cardenal sobre todos los detalles, que
precedieron, acompañaron y siguieron al
fallecimiento del óptimo finado teólogo Golzio.
Pero sostuvo que, a pesar de las diligencias
hechas, no se ha encontrado ningún testamento del
que jurídicamente pudiese deducirse la voluntad
del difunto. Que por eso tuvo cuidado de asegurar
y conservar todo para los herederos. Que tocante a
los paquetes con dinero, indicados por el Emmo.
Cardenal en su carta, como realmente aparecía en
ellos a quién los había destinado el difunto, uno
con quince marengos fue entregado a la señora
Eurosia, por el deseo expresado de querer ponerlo
ella misma a los pies del Padre Santo y el otro ya
había sido enviado al Padre Santo en pequeñas
fracciones y sin dar a conocer el nombre por el
trámite de la Unidad Católica. Afirmó, además, el
mismo Prelado que, en cuanto a los títulos de la
deuda pública, existentes entre los papeles del
difunto, habían sido ya entregados diligentemente
por disposición suya, a cada una de las parientes,
a las que corresponde la herencia en común con los
otros. Que, finalmente, por lo que a él tocaba
había sido cumplido todo deber, toda diligencia y
todo miramiento con todos los interesados; y no le
quedaba nada más que decir ni que hacer. Esta fue,
en conclusión, la respuesta de dicho prelado al
cardenal Antonelli. Mas no he de callarle que
dicho Prelado, después de la expresada respuesta
ad rem (en cuanto al asunto), añade el Cardenal
que muchas veces ha recibido de la señora Eurosia
tantas y tan repetidas instancias y declaraciones
que ya le resultaban molestas y, que lo que más le
dolía, era que se
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