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Les ruego, además, tengan alguna consideración
conmigo, que me encontraba a las puertas del
invierno, con más de ochocientos muchachos,
vestidos con ropa de verano y sin pan, con la dura
necesidad de tener que ponerlos a todos en la
calle. He preferido correr el riesgo de ir a la
cárcel y pagar multas, antes que dejarlos sufrir.
íHágase todo lo que se pueda, me dije, antes que
abandonarlos! Y ((**It10.1149**)) ahora
me veo con la amenaza de un embargo por orden del
Gobierno, después de haber recogido a bastantes
jóvenes recomendados por el mismo Gobierno!
->>No hubiera podido, replicó el Procurador,
pedir la aprobación?
-Me encontraba en la necesidad extrema de obrar
así; si hubiese recurrido a la aprobación del
Gobierno, las gestiones hubieran sido largas, y
cualquier tardanza, por breve que fuera, me
hubiera quitado la posibilidad de poner remedio.
-Pero la ley dice que también están prohibidas
las colectas.
-Y >>usted cree que yo podía suponer que quien
redactó esta ley concibió aquel artículo en
sentido tan estrecho, por no decir bárbaro, como
para prohibir toda colecta, incluso pedir limosna
para acallar el hambre de tantos pobres hijos del
pueblo?
Intentaron oponérsele de todos modos pero, ante
sus respuestas precisas y claras, aquellos señores
se miraban a la cara y se decían unos a otros:
->>Pero don Bosco es abogado?
Al principio, al ver a un cura y el aire
sencillo con que hablaba, se habían sonreído, pero
después acabaron por quedar admirados. El
Procurador mismo del Rey, movido por los
razonamientos de don Bosco, dijo que mandaría
enseguida extender información sobre aquel asunto
y lo examinaría atenta y benévolamente.
Cuando salió, el comendador Migliore quería
besarlo, y le dijo:
-Mire, si se hubiesen encontrado aquí juntos
todos los abogados del mundo, no habrían podido
sugerir mejores razones ni palabras más
persuasivas que las que usted ha dicho.
Pero don Bosco sabía la causa de tan
encarnizada oposición. Había recibido la nota de
todos los masones de Turín, que no eran pocos, y
había entre ellos personas que jamás hubiese
imaginado. Así lo contaba él mismo.
Entretanto se había esparcido la voz
diametralmente opuesta a lo que él había
manifestado 1, a saber, que él (don Bosco) iba
repitiendo
1 Véase, Capítulo I, pág. (65).
(**Es10.1054**))
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