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contraria a la ley, y le prometió que hablaría en
su favor, decidido a ayudarlo por todos los
medios.
El día primero de mayo por la tarde fue don
Bosco a consultar al abogado comendador Tomás
Villa, en la calle de Santo Domingo, n.° 1. Era
éste un demócrata, pero uno de los más entendidos
abogados de Turín, y también le dijo, en cuanto
oyó la exposición de la cuestión:
-íTenemos todas las razones a nuestro favor!
Y, sumamente cortés, concluyó:
-íMe alegro de que haya acudido a mi bufete!
Puede volver cuando quiera.
-Gracias, señor Comendador; pero, cuando se
trate de cosas de poca importancia puedo acudir a
cualquier ((**It10.1148**))
abogado, y cuando, como ahora, se trata de mi
honradez y de la de un Instituto, íhace
verdaderamente falta un abogado de primer orden!
-Estoy muy satisfecho de que haya venido a mí.
Le aseguro que llevaré esta causa con mucho gusto.
Aun cuando se me condenara, no me importaría nada;
íes una causa que me gusta!
Pero, como veremos, la causa no triunfó.
El 2 de mayo fue don Bosco a hablar con el
Procurador del Rey, y le dio todas las
explicaciones de su proceder. Estaba también
presente, con otros funcionarios, el caballero
Migliore, el cual, al terminar, contó la curación
de su hija, y dijo:
-Estaba mi hija propensa a la tuberculosis, y
desahuciada por los médicos; fui a recomendarla a
las oraciones de don Bosco y hoy está
perfectamente curada, gracias a sus oraciones.
Entre las razones que don Bosco adujo en su
defensa, presentó también ésta:
-Yo no he hecho ninguna lotería; como usted
habrá podido observar, consta en el boleto la
palabra limosna. Además, la ley habla de lotería
pública; y la rifa que yo he hecho no es ninguna
lotería pública; y no se ha dado ninguna
publicidad.
-Sí, replicó el Procurador; pero aquí se lee la
palabra sorteo, y esto es una señal de que ha de
darse esta publicidad.
-No hablamos todavía de sorteo; estamos en la
palabra pública, pues si no es pública, se puede
hacer el sorteo; y por otra parte, éste todavía no
se ha hecho.
Le opusieron que se trataba de lotería pública
por la impresión y difusión de tantas circulares y
por el sinnúmero de cartas escritas al propósito.
Y don Bosco replicó:
-No comprendo cómo se puede llamar y declarar
pública una carta, enviada en sobre cerrado, con
su correspondiente sello de correo...
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