((**Es10.1051**)
-íPerdone, pero es que yo no le veo hacerla, ni
antes, ni después de la comida!
Y le demostraba la importancia de esta señal, y
cómo Dios no podía emplear como instrumento de
salvación de los hombres, a quien dejaba de hacer
la señal de la Cruz, como todo buen cristiano.
-Déjeme hablar, interrumpióle Lazzaretti.
-íHable, pues!
Y comenzó a contarle las revelaciones que había
tenido; cómo se había encontrado en una gruta sin
salida, sin saber cómo había entrado en ella; que
había oído voces misteriosas...
->>Qué pruebas tiene de lo que cuenta?
->>Qué quiere usted decir? >>Qué pruebas exige?
íYo he visto aquella gruta, yo he oído aquellas
voces!
-íPerdone! replicó don Bosco; cuando el Señor
envía revelaciones, proporciona también los medios
para que aquéllos, a quienes se les anuncian,
puedan conocerlas como divinas; estos medios
serían los milagros y las profecías. >>Ha obrado
usted ya algún milagro?
-Comprendo, comprendo, gruñó Lazzaretti; pero
yo estoy seguro de que tengo el espíritu de Dios.
Y comenzaba a exponer otras fantasías, pero don
Bosco lo despidió.
((**It10.1146**)) Vino
después el conde de Stappul a preguntarle qué
pensaba de Lazzaretti y de sus revelaciones, y don
Bosco le dijo que no veía en ellas nada,
absolutamente nada de extraordinario.
El Conde, de buenas a primeras, quedó perplejo
y después, como no lograra liberarse de ciertos
prejuicios supersticiosos que rondaban por su
mente, llevó al Lazzaretti a Francia, a la gran
Cartuja y a otras partes, y el pobre fanático
encontró otros señores, que lo socorrieron con
largueza para que pudiera llevar a cabo sus
grandes empresas... Se quedó en Francia, donde
escribió también algunos libros, hasta fin de año.
Volvió a Italia, pasó por Turín y contó el
feliz éxito de su viaje, por el dinero que había
recogido y llevaba consigo y el que le habían
prometido, más lo que ya había enviado a su
eremitorio.
Volvió por tercera vez a Turín en octubre de
1875, e invitó a don Bosco a que fuera a visitar a
sus seguidores para que viera con sus propios ojos
las maravillas que él había obrado. Don Bosco le
contestó que le enviase al Oratorio quince
jovencitos para instruirlos, hacerlos sacerdotes y
enviárselos a sus adeptos para hacerlos volver al
buen camino.
Evidentemente, Lazzaretti no aceptó, marchó de
nuevo a Francia
(**Es10.1051**))
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