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cada uno, que serán sorteados después del próximo
mes de marzo. Hay, por tanto, treinta y un
premios, el primero de los cuales es el cuadro
mencionado.
La obra que propongo tiene por fin vestir a los
desnudos y dar de comer a los pobres hambrientos
y, por tanto, es merecedora de especial gratitud
ante los hombres y ciertamente de gran mérito ante
Dios. Por mi parte no dejaré de unir mis humildes
plegarias a las de mis pobres jovencitos para
invocar las bendiciones del Cielo sobre ((**It10.1129**)) usted
y sobre todos nuestros donantes, para que les esté
cada vez más asegurada la merced que el Salvador
prometió cuando dijo: <<-Recibiréis el céntuplo de
lo que disteis en la vida presente y la gloria
eterna en la venidera>>.
Con profunda gratitud tengo el honor de poderme
profesar,
De V.S.
Su
s. s. en Jesucristo
JUAN BOSCO, Pbro.
Aviso para el Benemérito Repartidor Se ruega al
benemérito repartidor, si le es posible:
1.° Que anote el nombre y domicilio de las
personas a las que entrega los boletos para hacer
llegar en su día la lista de los números
premiados, que hayan obtenido dichos premios.
2.° Que, a fines de marzo, si le quedan boletos
que no piensa quedarse para sí, los devuelva al
abajo firmante por el medio que le sea más fácil.
3.° Que, si alguien ofreciera comestibles,
telas, prendas de vestir u otras cosas por el
estilo, en lugar de dinero, se acepten también con
la mayor gratitud, aunque estén gastadas y
deterioradas.
En las circulares que se enviaban a
eclesiásticos, hacía añadir a mano, que podían
<> el precio de los boletos, <>.
En los boletos se leía: <>.
Y encargó a don Antonio Sala, ecónomo del
Oratorio y natural de Lombardía, que recorriera
las principales ciudades de aquella región,
empezando por Milán, para ofrecer boletos a las
familias más distinguidas. Como don Antonio
titubeara algún tanto, temiendo no tener éxito en
el cumplimiento del encargo, le dijo don Bosco:
-Ea, sé valiente y vete; no sólo los ricos nos
hacen el bien con su
de la manera más expresiva y viva a la Stma.
Virgen sobre unas nubes, rodeada de un grupo de
ángeles. Más abajo se ve a san Juan, san Francisco
de Asís, san Jerónimo, y en el centro un
graciosísimo Niño, que juega con el manto de su
celeste Madre. El original de este cuadro
maravilloso está en el museo del Vaticano, algo
deteriorado por el tiempo. Se cree que la mejor
copia es la que aquí se ofrece como primer premio;
un perito la tasó en más de cuatro mil liras.
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