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puesto distinguido la moralidad; y la santidad de
costumbres resplandecerá como antorcha ardiente en
todas las casas que dependen de nosotros>>.
íSobran comentarios!... íNullum par elogium!
(íElogio sin par!).
A mis Hijos Salesianos de la casa de
(... Turín)
Mientras estoy tratando asuntos de nuestra
Congregación en esta Ciudad eterna, ciudad
consagrada con la sangre de los dos príncipes de
los apóstoles, Pedro y Pablo, después de haber
rezado en la santa misa, invocado las luces del
Espíritu Santo y pedido una bendición especial al
Supremo Jerarca de la Iglesia, os escribo sobre
uno de los temas más importantes: la manera de
promover y guardar la moralidad entre los
jovencitos, que la divina Providencia se complace
en confiarnos.
Para no tratar esta materia demasiado
brevemente, creo oportuno dividirla en dos partes:
1.¦ necesidad de la moralidad en los socios
salesianos, 2.¦ medios para difundirla y
mantenerla en nuestros alumnos.
Se puede, por lo tanto, establecer como
principio invariable que la moralidad de los
alumnos depende de los que los instruyen, los
asisten y los dirigen. Nadie da lo que no tiene,
reza el proverbio. De un saco vacío no se puede
sacar trigo, y una botella llena de posos no puede
guardar buen vino, por tanto, antes de ponernos a
maestros de otros, es indispensable que poseamos
lo que queremos enseñar a los demás. Son muy
claras las palabras del Divino Maestro: <((**It10.1105**)) común
que está en los Cielos>>. Dice san Jerónimo que
sería un mal médico aquél que pretendiera curar a
los demás y no fuera capaz de curarse a sí mismo.
Se le dirían ciertamente las palabras del
Envangelio: Medice, cura teipsum.
Así pues, si queremos promover la moralidad y
la virtud en nuestros alumnos, hemos de poseerla y
practicarla nosotros y hacer que brille en
nuestras obras y palabras, sin nunca pretender que
nuestros dependientes ejerzan una virtud, que
nosotros descuidamos.
En efecto, >>cómo podremos pretender que los
alumnos sean ejemplares y religiosos, si ven que
nosotros somos negligentes para ir a la iglesia,
para levantarnos de la cama, para hacer
meditación, para recibir los sacramentos de la
confesión y comunión o celebrar la santa misa?
>>Cómo puede exigir obediencia aquel director,
aquel maestro, aquel asistente, que por fútiles
pretextos se rajan de sus obligaciones, y salen de
casa las más de las veces sin permiso, y se ocupan
en cosas que no tienen nada que ver con sus
deberes? >>Cómo podrá obtener de otros caridad,
paciencia, respeto, el que manda con furia a
todos, pega, censura las disposiciones de los
Superiores, critica los horarios e incluso el
trato que se da en las comidas y a los que cuidan
de esto? Ciertamente estamos de acuerdo en decir a
éstos: Medice, cura teipsum.
No hace mucho tiempo que un jovencito,
reprendido porque leía un libro malo, contestó con
toda sencillez: -No creía obrar mal leyendo un
libro que vi leer a mi maestro.
En cierta ocasión se preguntó a otro por qué
había escrito una carta en la que censuraba la
marcha de la casa y contestó que sólo había
escrito las palabras que había oído decir más de
una vez a su asistente.
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