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6. Pobreza
Al aceptar la pobreza hemos de aceptar también
sus compañeros y sus consecuencias. Examinémonos y
preguntémonos: ->>Soy pobre o no lo soy?... -Sí,
lo soy. Y entonces, >>por qué me quejo?
Objeciones: -Siempre me tocan a mí las cosas
más molestas... A aquél, que tiene la camisa más
bonita... se le deja ir mejor trajeado. Yo no
tengo libertad; si salgo de paseo, tengo que velar
por los demás... Todo carga sobre mí, los demás
hacen lo que les da la gana. Si presentan en la
mesa algo en mal estado o repugnante, tiene que
ser para mí...
San Juan Crisóstomo habla de un joven que no
tenía nada en su casa. Se hizo clérigo y entonces
no le bastaban la sopa de sémola y los dulces...
El que era rico, recuerde que, al entrar en
religión, se hizo pobre.
Jesucristo coepit facere (comenzó por hacer), y
en materia de pobreza nos dio las más grandes
lecciones con su nacimiento, su vida y su muerte.
Practicó y enseñó el desapego de los padres. íQué
premio para los que hacen este generoso
sacrificio! Beati pauperes quoniam ipsorum est
regnum coelorum (bienaventurados los pobres,
porque de ellos es el reino de los cielos). Dice
es, y no será; y la razón es clara. En otro lugar
no promete, sirio que asegura a éstos el céntuplo
en este mundo y la vida eterna... Por eso dice
est, porque nos viene como por derecho.
...Nos da arroz de deshecho, faltó el vino...
Verdad es que en mi casa no comía más que un trozo
de pan, pero por lo menos sabía lo que comía;
aquí, en cambio, una porquería de guisote y de
sopa con un pan que no es más que carbón. Santo
Tomás de Villanueva llevó el mismo sombrero
cuarenta años y san Hilarión no cambió nunca su
vestido.
Pauperes spiritu (pobres de espíritu): hay que
entenderlo también en el sentido de que nuestra
pobreza no es plena; estamos todavía lejos de
alcanzar el ideal de la pobreza monástica y de la
de Jesucristo. Conviene, pues, que, por lo menos,
la tengamos ante el pensamiento. Entonces no
llegará la queja a nuestros labios. Contemplemos,
pues, la pobreza de los que verdaderamente la
tuvieron.
San Felipe, por amor a la pobreza, bebía en una
copa con el pie roto, que hoy se venera como
reliquia en Colonia... Así pues, cuando me pongan
en la mesa un vaso desportillado o gastado,
recordaré la copa de san Felipe y diré:
-íQuiero ser pobre como san Felipe!
7. La Castidad
La castidad es la armadura del cristiano; la
obediencia y la pobreza son necesarias al que
entra en religión, la castidad es la corona, el
adorno.
((**It10.1089**)) Cuán
necesaria sea esta virtud nos lo dice san Pablo:
Haec est voluntas Dei, santificatio vestra (ésta
es la voluntad de Dios, vuestra santificación).
Explicando después cómo debe ser esta
santificación, demuestra que es llegar a ser tan
puros y castos como lo fue Jesucristo.
El mismo Jesucristo Nuestro Señor nos lo
declara al no permitir que se tuviera de él la más
pequeña sospecha en este aspecto. Para venir a
este mundo escogió por madre a María Virgen y por
padre legal a san José; su discípulo predilecto,
lo fue por su pureza, a él confió su madre al
morir; y se lo dio por hijo a su madre para que,
al menos, tuviera en quién mirarse.
íCuántas señales de predilección dio a Juan! Le
dejó descansar sobre su pecho, lo elevó a las más
altas contemplaciones... >>y qué vio Juan en el
cielo rodeando a Cristo?
(**Es10.1000**))
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