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((**Es10.1000**) 6. Pobreza Al aceptar la pobreza hemos de aceptar también sus compañeros y sus consecuencias. Examinémonos y preguntémonos: ->>Soy pobre o no lo soy?... -Sí, lo soy. Y entonces, >>por qué me quejo? Objeciones: -Siempre me tocan a mí las cosas más molestas... A aquél, que tiene la camisa más bonita... se le deja ir mejor trajeado. Yo no tengo libertad; si salgo de paseo, tengo que velar por los demás... Todo carga sobre mí, los demás hacen lo que les da la gana. Si presentan en la mesa algo en mal estado o repugnante, tiene que ser para mí... San Juan Crisóstomo habla de un joven que no tenía nada en su casa. Se hizo clérigo y entonces no le bastaban la sopa de sémola y los dulces... El que era rico, recuerde que, al entrar en religión, se hizo pobre. Jesucristo coepit facere (comenzó por hacer), y en materia de pobreza nos dio las más grandes lecciones con su nacimiento, su vida y su muerte. Practicó y enseñó el desapego de los padres. íQué premio para los que hacen este generoso sacrificio! Beati pauperes quoniam ipsorum est regnum coelorum (bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos). Dice es, y no será; y la razón es clara. En otro lugar no promete, sirio que asegura a éstos el céntuplo en este mundo y la vida eterna... Por eso dice est, porque nos viene como por derecho. ...Nos da arroz de deshecho, faltó el vino... Verdad es que en mi casa no comía más que un trozo de pan, pero por lo menos sabía lo que comía; aquí, en cambio, una porquería de guisote y de sopa con un pan que no es más que carbón. Santo Tomás de Villanueva llevó el mismo sombrero cuarenta años y san Hilarión no cambió nunca su vestido. Pauperes spiritu (pobres de espíritu): hay que entenderlo también en el sentido de que nuestra pobreza no es plena; estamos todavía lejos de alcanzar el ideal de la pobreza monástica y de la de Jesucristo. Conviene, pues, que, por lo menos, la tengamos ante el pensamiento. Entonces no llegará la queja a nuestros labios. Contemplemos, pues, la pobreza de los que verdaderamente la tuvieron. San Felipe, por amor a la pobreza, bebía en una copa con el pie roto, que hoy se venera como reliquia en Colonia... Así pues, cuando me pongan en la mesa un vaso desportillado o gastado, recordaré la copa de san Felipe y diré: -íQuiero ser pobre como san Felipe! 7. La Castidad La castidad es la armadura del cristiano; la obediencia y la pobreza son necesarias al que entra en religión, la castidad es la corona, el adorno. ((**It10.1089**)) Cuán necesaria sea esta virtud nos lo dice san Pablo: Haec est voluntas Dei, santificatio vestra (ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación). Explicando después cómo debe ser esta santificación, demuestra que es llegar a ser tan puros y castos como lo fue Jesucristo. El mismo Jesucristo Nuestro Señor nos lo declara al no permitir que se tuviera de él la más pequeña sospecha en este aspecto. Para venir a este mundo escogió por madre a María Virgen y por padre legal a san José; su discípulo predilecto, lo fue por su pureza, a él confió su madre al morir; y se lo dio por hijo a su madre para que, al menos, tuviera en quién mirarse. íCuántas señales de predilección dio a Juan! Le dejó descansar sobre su pecho, lo elevó a las más altas contemplaciones... >>y qué vio Juan en el cielo rodeando a Cristo? (**Es10.1000**))
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