((**Es1.99**)
Su respuesta y su paciencia impresionaron de
tal modo a los muchachos,
que se pusieron de acuerdo para guardar ellos
mismos la vaca de Juan.
- No te preocupes, le dijeron, de las vacas;
las cuidaremos nosotros
y tú sigue leyendo.
Queremos hacer notar aquí que Juan no empleó
nunca la fuerza para vengarse, ni para defenderse
con violencia; alguna vez la usó para defender a
compañeros más débiles, que eran molestados por
tipos abusones. íY eso que él ((**It1.103**)) estaba
dotado de valor y de decisión
nada comunes!
Los compañeros se convirtieron desde entonces
en sus amigos; y cuando dejaba de rezar o de leer,
se le acercaban y él los entretenía con su bondad
encantadora y les hablaba con tanto esmero que, a
la vez que crecía su amistad, ejercía sobre ellos
cierta autoridad. Les repetía lo que había
aprendido en las clases de catecismo o en los
sermones, y así les instruía en religión como
mejor sabía, y realizaba esta misión con provecho
moral e intelectual para ellos. A veces, los
entretenía con el canto de letrillas sagradas,
alternando con narraciones de cuentos amenos;
otras veces les enseñaba las oraciones de la
mañana y de la noche. En su casa se entretenía
haciendo altarcitos con estampas de María
Santísima, que adornaba con ramas y flores del
campo, y luego llevaba a otros niños a verlos. Era
constante en estas santas industrias, para
mantener alejados de la malas compañías a los
muchachos; esto lo hacía también por indicación de
su madre. En su corazón estaba vivo el temor de
los justos juicios de Dios y un gran horror al
pecado, como nos decía su hermano José. En casa y
en los prados, antes y después de sus relatos o de
sus catecismos, obligaba a todos sus pequeños
amigos a hacer la señal de la santa cruz. Merece
señalarse que en estos entretenimientos nunca
tomaban parte las niñas.
Aún ahora es voz común en aquellos lugares que
Juan era, por su piedad, objeto de admiración
desde sus primeros años.(**Es1.99**))
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