((**Es1.98**)
se quedaba solo rezando o leyendo. Muchas veces
hicieron la prueba de invitarle a ir con ellos,
pero siempr rehusaba de buenas maneras. Por fín,
un día, aquellos diablejos, resueltos a vencer a
toda costa y hasta por la fuerza la reserva de
Juan, se acercaron a él y rodeándole le dijeron,
con formas insolentes: -Esta vez tienes que venir
a jugar con nosotros.
- Hacedme el favor, respondió Juan; dejadme
tranquilo: divertíos cuanto queráis, yo no os
estorbaré, pero tengo otras cosas que hacer.
- No comprendes que queremos que vengas y
tendrás que venir?
- Dispensadme, yo no me meto en vuestras cosas;
no sé por qué os queréis meter vosotros en las
mías. Yo no os molesto; y tampoco vosotros debéis
molestarme a mí.
- No te das cuenta de que tu modo de portarte
es un desprecio que nos haces? Quién te crees que
eres para dignarte venir con nosotros?
- Despreciaros? Pues no guardo yo vuestras
vacas, mientras os vais a jugar, y no las dejo que
hagan daño en los sembrados de otro, para que no
os riñan y castiguen?
- íEa, basta!, gritó el más atrevido; si nos
ponemos a discutir contigo, eres capaz de
convencernos con tus razones. Pero estamos
decididos a que vengas a jugar con nosotros,
cueste lo que cueste. íBasta de palabras! íVamos!
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- Sois comprensivos y no me forzaréis; jugad
vosotros, yo cuidaré el ganado; pero dejadme
tranquilo.
- íDe ninguna manera! íHas de venir!
- Perdonadme; no voy.
- Pues si no vienes, ínos las pagarás!
- He dicho que no iré y no voy.
- Que no vienes? íLo vas a ver!... - Se
abalanzaron todos sobre él y, a puñetazo limpio,
descargaron golpes y más golpes hasta desahogar su
brutal furia. Juan, que por entonces era muy
robusto, hubiera podido derribar por tierra y
dejar malparados a sus compañeros; mas, por el
contrario, soportó insultos y puñetazos, que no
fueron pocos, sin defenderse. Satisfechos de su
indigna venganza, los zagales se alejaron con
burlas y amenazas y se fueron a sus juegos. Juan
volvió a sentarse tranquilo a la sombra de un
árbol y, encima, a guardar el ganado de aquellos
botarates. Cuando volvieron a preguntarle si,
después de la lección recibida, estaba dispuesto a
jugar, respondió: - Pegadme, si queréis; pero, no
iré nunca a jugar, porque quiero estudiar y
hacerme sacerdote.(**Es1.98**))
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