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todos los contratiempos de la vida para conseguir
su objetivo. Un tal
Juan Becchis, que vivía en I Becchi y conoció a
Juan Bosco de niño, añade que era
extraordinariamente obediente, de modo que las
madres lo proponían a sus hijos como modelo.
En el aspecto físico era de estatura media,
cuerpo ágil y agradable
presencia. Su rostro regordete, ovalado, frente
espaciosa y serena: nariz y labios bien
conformados, siempre dispuestos a una apacible
sonrisa; mentón redondeado y gracioso; ojos
tirando a negros, penetrantes, que mudaban la
expresión de su cara según los abriera; cabeza con
cabellos espesos y rizados, de color rubio oscuro,
como sus cejas: tal es el retrato que nos hacen de
él sus coetáneos.
Las relaciones entre Antonio y los otros
hermanos solían ser tirantes;
en cambio, José y Juan se querían entrañablemente:
lo que quería el uno también lo quería el otro;
entre ellos no hubo jamás el menor desacuerdo;
antes al contrario, ((**It1.96**)) iban a
porfía en procurar lo que sabían que pudiera
agradar al hermano.
Era el año 1823, octavo del tercer hijo de
Francisco. La buena madre, previendo tal vez que
la Providencia no destinaba a Juan a la vida del
campo, quería mandarle a la escuela de
Castelnuovo, cuyo programa de enseñanza se reducía
a: lectura, escritura, las cuatro operaciones
aritméticas, rudimentos elementales de gramática
italiana y catecismo; pero no sabía cómo hacer, ya
que el caserío distaba de Castelnuovo unos cinco
kilómetros y, además, que ello acarrearía gastos a
la familia para pagar la pensión y el equipo
necesario. Así que habló con Antonio, que ya había
cumplido los veinte años; éste se opuso al justo
deseo de Margarita: -Qué necesidad hay de mandar a
Juan a la escuela? -refunfuñaba-.Que trabaje con
la azada como hago yo.
-Si mando a la escuela a Juan, replicó
Margarita, no uso con él
ninguna preferencia. José también fue a aprender a
leer y escribir; y
tu padre tuvo también contigo el mismo cuidado.
-Está bien; pero usted me habla de colegio.
-Mira: hasta ahora hemos ido adelante y nos
hemos defendido en nuestros asuntos; el Señor nos
ha ayudado siempre. Ten la seguridad de que nadie
gastará lo que es tuyo. Pero ahora es necesario
estudiar: hasta los zapateros y los caldereros
estudian; hoy es normal ir a escuela. -Antonio
respondía que él se había hecho hombre alto y
fuerte, sin necesidad de escuela ni de estudios; y
se obstinaba en rebatir el deseo de Margarita.
Aquí resalta la prudencia de mamá Margarita.
Aunque Antonio(**Es1.94**))
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