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algo más tarde. Con todo, a la mañana siguiente,
los despertaba antes de salir el sol y quería que
se levantaran sin tardanza. En ocasiones, aun
durante la noche, interrumpía su sueño para
prestar ayuda a algún enfermo en las casas
vecinas. De esta manera Juan se acostumbró a pasar
sin dificultad las noches en vela. Cuando le
parecía a la madre que Juan no había descansado
bastante durante la noche, le decía que fuese a
dormir en las horas fuertes del día. Juan
obedecía: se sentaba en un banco junto a la mesa y
apoyaba en ella los brazos y la cabeza; pero no
lograba conciliar el sueño.
-Duerme, Juan, duerme -le decía
Margarita.((**It1.77**))
-Sí, madre -respondía el hijo-, no ve que estoy
durmiendo?
Y así diciendo, cerraba los ojos. Margarita se
reía:
-Mira, hijo mío, nuestra vida es tan corta que
tenemos poco tiempo para hacer el bien. Las horas
que dedicamos a un sueño innecesario es tiempo
perdido en el paraíso. Los minutos que podemos
quitar al descanso inútil es alargar la vida, pues
el sueño es imagen de la muerte. En estos minutos,
ícuántas obras buenas podemos hacer y cuántos
méritos acumular!
Este consejo de Margarita era el eco de la
divina palabra: <>.1
Veremos más adelante, cómo Juan supo ocupar
continuamente su tiempo.
//1 Eclesiastés,IX,10.//
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