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CAPITULO VIII
LA ABUELA -RESPETO Y AFECTO FILIAL DE MARGARITA A
SU SUEGRA -UNIDAD DE GOBIERNO EN LA FAMILIA -JUAN
INTERCEDE POR SU HERMANO ANTE LA ABUELA.
LA facilidad con que Margarita había logrado
doblegar a sus hijos a una exacta obediencia no
sólo era fruto de sus palabras, sino especialmente
de sus ejemplos. Su marido Francisco, al morir,
había dejado a sus cuidados a su propia madre,
anciana y enferma, obligada por varios achaques y
dolencias a pasar la mayor parte del día sentada
en una silla o echada en la cama. Así y todo,
aquella buena y santa mujer, acostumbrada desde
niña a una gran actividad, se prestaba a todo lo
poco que sus fuerzas le permitían hacer en favor
de la familia. Hacía calceta, remendaba, cosía,
preparaba la comida, barría; merced a ella, todo
estaba limpio y ordenado en aquella casita. Cuando
no podía terminar los quehaceres, tocaba a la
nuera, al volver a casa, ayudarle a dar la última
mano, ya que también a ella le gustaba la limpieza
y el decoro de la familia.
Margarita consideraba a su suegra como a la
reina de la casa. La respetaba como si fuese su
propia madre, la obedecía en todo y la consultaba
para cualquier asunto. Cuando los pareceres no
coincidían, siempre se mostraba dispuesta a
someter el suyo ((**It1.66**)) al de la
anciana. Se apresuraba a darle gusto en todo lo
que sabía le iba a complacer y, además, le
procuraba los alimentos que creía más de su
agrado. En los momentos del día en que estaba
libre de trabajo y muy particularmente durante el
invierno, se sentaba con gusto a su lado para
hacerle compañía. Por la noche, cuando las
enfermedades acrecentaban los sufrimientos de la
anciana, Margarita se quedaba velando y la atendía
con más mimo que una hija. Al ir al mercado o a la
feria, lo que ocurría casi todas las semanas,
nunca volvía sin una muestra de haber pensado en
ella, llevándole, por ejemplo, pasta fina para la
sopa, barritas de pan, galletas o fruta
temprana.(**Es1.69**))
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