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-Y se apartaba. Antonio, ante tales palabras,
permanecía acobardado, confundido, y volvía sobre
sí mismo, bajaba la cabeza y se alejaba. Fueron
frecuentes los accesos de ira de Antonio, pero
siempre quedaron deshechos por las palabras
delicadas de Margarita, que ponía en práctica el
generoso consejo de los Proverbios: <>. De todos modos,
Antonio nunca pasó de la amenazas, y aun de éstas
pidió siempre perdón al cesar el ímpetu de la
pasión, especialmente gracias a los avisos serios
que no dejaba de darle la abuela. Con el correr de
los años se dominó de tal modo que dejó fama, viva
todavía actualmente, de hombre distinguido no sólo
por su hombría de bien y por su buen trato con
todo el mundo, sino además de amigo fiel que sabía
despertar la alegría allí donde se presentase. El
respeto y el amor, que en realidad anidaban en su
corazón, no siempre al sereno y a la vista, para
con Margarita, se manifestaron claramente cuando
se puso a vivir por su cuenta, al repartirse los
bienes paternos. Iba muchas veces a visitar a la
madrastra, a la que siempre llamaba con el dulce
nombre de madre, mientras vivió en Morialdo; y
cuando ella trasladó a Turín su domicilio, iba
desde I Becchi para disfrutar del consuelo de
pasar unas horas con ella, escuchando con
reverencia sus consejos.
Mientras tanto, en la escuela de su madre, Juan
aprendía aquella admirable dulzura y aquel método
que prevenía los desórdenes y que hace al educador
dueño del corazón de sus alumnos.
1 Prov., XIX, 18.(**Es1.68**))
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