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avisos oportunos, no dejaba de recomendar a la
abuela que no los perdiera de vista.
Los muchachos, atentos a no hacer nada que
pudiera disgustar a su madre, esperaban con ansia
su regreso, tanto más que siempre les prometía
traerles como regalo un pan bendito. A los niños
de aquella edad y condición les parecía una gran
cosa aquel regalito. ((**It1.54**))
Así que, desde lo alto de la colina se ponían a
mirar como vigías y cuando su madre, cansada,
sudorosa, cubierta de polvo, aparecía al fondo del
sendero que subía hasta la casa, corrían ellos a
su encuentro y, apretujándose a su alrededor,
repetían una y otra vez:-íEl pan bendito, el pan
bendito! - La madre se paraba, sonreía y
exclamaba: -íCuánta prisa! íQue impaciencia!
Esperad un momento; un poco de calma; dejadme
llegar hasta casa y descargar la cesta; dejadme
respirar un poco.-Ellos, correteando, la seguían
hasta la cocina. Alli se sentaba y, rodeada de los
chicos, sacaba de la cesta el pan bendito. Los
niños alargaban las manos: -íA mí, a mí!- Y la
madre:-Calladitos, despacio; os daré el pan
bendito, pero antes necesito saber que habeís
hecho durante el día. -Ellos aguardaban en
silencio para responder a las preguntas que les
dirigía a cda uno. Por ejemplo, interrogaba a
uno:-Fuiste a tal casa, como te encargué, para
pedir aquella semilla y aquella herramienta? Qué
te dijeron? Y tú ,qué contestaste?- Después al
segundo: -Hiciste lo que te encomendé, si venía
por casa aquella buena vecina? Cómo lo cumpliste?-
Y a todos: -Os ha pedido la abuela que le
hicierais algo que necesitaba? Le habéis obedecido
con prontitud? Ha tenido que reñiros por algo? Ha
venido algún chico del vecindario a veros? De qué
habeis hablado con él? Qué habéis hecho todo el
día? Habéis reñido entre vosotros? Habéis rezado
el Angelus al mediodía?- Cón estas y semejantes
preguntas procuraba que le dieran cuenta exacta de
todo lo que habían hecho y, diría casi hasta de lo
que habían pensado. En estos diálogos los niños
contaban todo lo sucedido con sus más mínimos
detalles. ((**It1.55**))
La buena madre, siempre cariñosa, siempre
serena, escuchaba las respuestas y añadía sus
prudentes observaciones, que servían de norma en
adelante. -Muy bien, respondía a uno; muy bien
dicho. Un poco más de paciencia, un poco más de
amabilidad, decía a otro. Esto no está bien; para
otra vez estáte más atento. No ves que es una
mentira y las mentiras disgustan al Señor?- Cuando
veía que habían sido obedientes, concluía: -Así me
gusta; tratad bien a la abuela y Dios os lo
premiará.- De esta manera, recurriendo a la ley de
Dios y a las buenas costumbres, los iba habituando
a discernir lo
(**Es1.61**))
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