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((**Es1.60**) santos. Algún buen anciano de Capriglio solía leer sus páginas a la familia reunida los domingos por la tarde, en el establo en invierno o en la era bajo el emparrado en verano y otoño. Gracias a esto, mamá Margarita recordaba muchos ejemplos sacados de la Sagrada Escritura y de la vida de los santos, sobre los premios que el Señor otorga a los hijos obedientes y los castigos que inflige a los desobedientes; y con frecuencia los contaba a sus hijitos, despertando hábilmente su curiosidad y manteniendo viva la atención. De manera especial sabía describir, con rasgos vivos, la infancia del divino Salvador, siempre obediente a su Santísima Madre, y presentarlo como modelo de humildad a los niños. Todos saben lo ávidos de cuentos que son los pequeños y cuánta impresión producen en sus almas. De este modo, Margarita se adueñaba de la voluntad de sus hijos y más tarde de la de sus nietos; tanto, que una sola palabra suya era obedecido con prontitud con amor indecible. Si necesita un peuqeño servicio, como recoger leña, ir por agua, procurar un poco de hierba o paja para los animales, limpiar el suelo, bastaba que lo indicara a uno de ellos para que corriera también el otro. Así había logrado de sus hijos dos cosas, que a muchos padres y madres parecerían muy difíciles. ((**It1.53**)) No quería de ningún modo que se juntaran, sin su consentimiento, con personas que no conocieran; ni que salieran de casa sin haber pedido antes permiso. A veces se dirigían a ella diciendo: -Mamá, ha llegado fulano y nos llama: podemos ir a jugar con él?- Si respondía que sí, iban alegres a divertirse y a correr por la colina. Algunas veces contestaba con un no rotundo, y entonces no se atrevían ni siquiera a asomarse a la puerta, pero se quedaban igual de contentos en casa y, hablando en voz baja, se divertían con los juegos que ellos mismos se habían fabricado o que su madre les había comprado en el mercado. A veces, la madre se iba al campo y los dejaba en casa. Si los vecinos les preguntaban por que no salían en un día de sol tan hermoso o por qué estaban tan quietos y buenecitos, ellos respondían: -Para no disgustar a mamá. Acostumbrados a obedecer por amor, la madre podía estar tranquila cuando se veía obligada a acudir al mercado de Castelnuovo, los jueves, para proveer a las necesidadeds de la familia y vender los productos del campo o del gallinero, o para comprar tela, prendas y otros objetos de uso doméstico. Con todo,,apreciaba en su justo valor la inocencia de sus hijos y sabía que el menor soplo de mal basta para empañarla. Por eso, antes de salir, además de darles los(**Es1.60**))
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