((**Es1.53**)((**It1.43**))
CAPITULO V
EL CATECISMO - EL PENSAMIENTO DE DIOS
- LA ORACION
LA PRIMERA CONFESION - EL TRABAJO -
PRIMEROS INDICIOS
DE LA VOCACION DE JUAN.
APENAS comenzaron los hijos a discernir
suficientemente el bien del mal, la gran
preocupación de Margarita fue instruirles en los
primeros rudimentos de la religión, encaminarles
en la práctica de la misma y ocuparles en cosas
compatibles con su edad.
El amor a Dios, a Jesucristo, a María
Santísima, el horror al pecado, el temor de los
castigos eternos, la esperanza del paraíso, no se
aprenden mejor, no se imprimen tan profundamente
en el corazón como cuando se aprenden de labios de
una madre. Nadie puede tener la autoridad de
persuasión, ni la fuerza de amor, de una madre
cristiana. Si en nuestros días se ve tanta
juventud que crece corrompida, insolente,
irreligiosa, se debe principalmente a que las
madres no enseñan el catecismo a sus hijos. El
párroco enseñará en la iglesia a los niños con
verdadero celo las verdades eternas; el maestro,
si por fortuna es buen católico, hará estudiar y
explicará en la escuela el catecismo de la
diócesis a sus alumnos; pero la instrucción que
ellos dan resulta, tal vez, demasiado breve y, en
ocasiones, en medio de mil distracciones y
alboroto, de modo que los muchachitos aprenden,
pero la doctrina no hace mella profunda en ellos.
En cambio, ((**It1.44**)) la
instrucción religiosa que imparte un madre con la
palabra, con el ejemplo, confrontando la conducta
del hijo con los preceptos particulares del
catecismo, hace que la práctica de la religión
venga a ser vida propia y se aborrezca el pecado
instintivamente, y como por instinto, se ama el
bien. El ser bueno se convierte en costumbre y la
virtud no cuesta gran esfuerzo. Un niño, educado
de esta forma, tiene que hacerse violencia para
llegar a ser malo.
Margarita conocía la fuerza de la educación
cristiana y sabía que(**Es1.53**))
<Anterior: 1. 52><Siguiente: 1. 54>