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salía con un saco en cuyo fondo había salvado y
daba un puñado a cada uno de aquellos hambrientos,
algunos de los cuales lo engullían seco como
estaba, regándolo con sus láqrimas.
Tantas privaciones desarrollaron múltiples
enfermedades que llevaron a muchos a la tumba. En
las ciudades, a las puertas de los palacios y de
las iglesias, por las calles y plazas, se
hacinaban turbas de mendigos, sin fuerzas,
semisdesnudos, atormrntados por repugnantes llagas
causadas por el tifus exantemático, que mostraban
con gestos de dolor para excitar la compasión y la
caridad. A esto hay que añadir la inseguridad de
los caminos. Manadas de lobos, procedentes de
Suiza, donde se les había perseguido de manera
general y encarnizada, infestaban los bosques de
la Abadía de Stura, junto a Turín, y desde allí se
esparcían por otras zonas, impulsados por el
hambre.
En medio de tantas miserias, la buena Margarita
alimentó a su familia mientras tuvo con qué
hacerlo; después entregó una suma de dinero a un
vecino llamado Bernardo Cavallo, para que fuera en
busca de víveres. Nadie en Morialdo quería vender
a ningún precio los pocos alimentos que aún le
quedaban. Ya no se llevaban a las ferias las vacas
ni los bueyes, por falta de compradores, pues
nadie había podido recoger nada de heno. Aquel
amigo recorrió varios mercados y no pudo comprar
nada, ni siquiera a precios exorbitantes. Regresó
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después de dos días, llegando al anochecer con la
expectación que era del caso. Pero cuendo dijo que
no llevaba nada, que volvía con el mismo dinero,
el terror se apoderó de todos, ya que aquel día
habían comido muy poco y podían temer las funestas
consecuencias del hambre durante la noche.
Margarita, sin perder el ánimo, se dirigió una
vez más a sus vecinos para que le prestaran algo
con que comer, pero no encontró quien pudiera
proporcionarle ningún socorro. Reunió entonces a
la familia y habló en estos términos: -Mi marido
me recomendó en punto de muerte que tuviera
siempre gran confianza en Dios. Vamos,
pues;pongamonos de rodillas y recemos.- Después de
una breve oración se levantó y dijo: -En casos
extremos hay que echar mano de medios extremos.-
Con la ayuda del vecino entró en el establo,mató
un ternero y cociendo a prisa una parte, calmó el
hambre de la extenuada familia. Para los días
siguientes se proveyó de legumbres que logró hacer
llegar a precios carísimos de pueblos lejanos.
Es fácil imaginar lo que le tocó sufrir y trabajar
a mamá Margarita en tiempo tan calamitoso. pero a
costa de incesante trabajo, constante economía,
gran atención y cuidado de las cosas más pequeñas
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