((**Es1.47**)((**It1.37**))
CAPITULO IV
GRAN CARESTIA EN EL PIAMONTE - PENURIA
FAMILIAR -
LA VIUDA CRISTIANA - SABIDURIA DE
MARGARITA EN LA
EDUCACION DE SUS HIJOS.
La muerte de Francisco dejó consternada a toda
la familia. Se trataba de cinco personas que
Margarita había de mantener, pues su corazón
bondadoso no le permitía despedir a los dos
obreros del campo. Ya desde el año anterior, 1816,
la carestía había reducido el Piamonte a un estado
lastimoso. Las cosechas del año, que eran su único
recurso, se habían perdido a causa de las heladas
fuera de tiempo y de una obstinada sequía. Los
campos sembrados de cereales, los prados, los
árboles frutales, ofrecían a quien los contemplaba
un aspecto desolador. Los comestibles alcanzaron
precios fabulosos: el trigo llegó a pagarse a 25
liras la hemina, el maíz a 16. Hay testimonios
contemporáneos que aseguran que los
mendigos pedían con insistencia un poco de salvado
para mezclarlo con el cocido de garbanzos y
alubias y proporcionarse así alimento. Se
encontraron personas muertas en los prados con la
boca llena de hierba, con la que habían intentado
acallar su espantosa hambre. En tan angustiosa
calamidad la gente se dirigía a Aquel a quien
obedecen las lluvias y se vieron demostraciones
públicas de penitencia que parecía que nunca más
habrían debido volver a darse, después de la
tremenda propaganda de indiferencia religiosa
((**It1.38**))
que se había llevado a cabo durante la revolución.
Las poblaciones extenuadas, escuálidas,
peregrinaban de santuario en santuario, con los
pies descalzos, con cadenas al cuello y cruces
pesadas al hombro, suplicando misericordia. Cuando
volvían a sus casas, muchos pobrecillos, si
divisaban en los campos una hacienda con aire de
bienestar, se dirigían a ella fatigosamente y
arrodillandose delante de la puerta pedían limosna
con angustiosa voz. El dueño, rico señor en otros
tiempos y ahora reducido a tener que pensar con
ansiedad en el futuro,(**Es1.47**))
<Anterior: 1. 46><Siguiente: 1. 48>