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reuniera gente alrededor de su altar. Y para
satisfacer este ardiente deseo de experimentar ese
consuelo al menos una sola vez, hubo muchas
personas que hicieron largos viajes para ir a
Turín con esta finalidad; cuando don Bosco
((**It1.521**)) salía
revestido de la sacristía para dirigirse a la
capilla de San Pedro, centenares de personas
devotas que estaban en la iglesia, dejaban su
puesto y se agrupaban a su alrededor. Y cuando
terminaba la misa repetían mutuamente en voz baja:
-íEs un santo!, íes un santo!-.
El lunes siguiente a la Trinidad, don Bosco fue
a celebrar su segunda misa en la iglesia de la
Consolata, para, como él escribió, <>El martes, continúa él, fui a Chieri y
celebré la Misa en Santo Domingo, en donde todavía
vivía mi antiguo profesor el padre Giusiana, que
me atendió con afecto paternal. Durante toda la
misa estuvo el buen profesor llorando de emoción.
Pasé a su lado el día entero, que fue
verdaderamente de cielo.
>>El jueves, solemnidad del Corpus Christi,
contenté a mis paisanos. Fui a Castelnuovo, canté
la misa y presidí la procesión. El párroco invitó
a comer a mis parientes, al clero y a los
principales del lugar. Todos tomaron parte en la
alegría, ya que yo era muy querido de mis paisanos
y cada uno de ellos se alegraba de todo lo que
pudiera constituir un bien para mí. Por la noche
volví finalmente a mi casa. Cuando estuve próximo
a ella y contemplé el lugar del sueño que tuve
alrededor de los nueve años, no pude contener las
lágrimas y exclamé: -íCuán maravillosos son los
designios de la divina Providencia! Verdaderamente
Dios sacó de la tierra a un pobre chiquillo para
colocarlo entre los primeros de su pueblo.
>>Aquel día mi madre, cuando ya estuvimos
totalmente solos, me dijo estas memorables
palabras: -Ya eres sacerdote: ya dices misa; en
adelante ((**It1.522**)) estás
más cerca de Jesús. Pero acuérdate que empezar a
decir misa quiere decir empezar a sufrir. No te
darás cuenta enseguida, pero poco a poco verás que
tu madre te ha dicho la verdad. Estoy segura de
que todos los días rezarás por mí, mientras yo
viva y cuando muera: esto me basta. Tú en
adelante, piensa solamente en la salvación de las
almas sin cuidarte para nada de mí>>.
íOh santa y generosa madre, que, como contaba
don Cinzano, había hecho milagros de sacrificios,
de privaciones, de paciencia, de humillaciones
para ayudar al hijo a ser sacerdote! El Señor le
había conservado la vida para que pudiera besar la
mano consagrada de su Juan. En efecto, algún
tiempo antes había subido a un moral de respetable
(**Es1.414**))
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