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>>Observaba la frecuencia de los sacramentos,
prescrita a todos en el seminario, y la promovía
con diligencia; aprovechaba las ocasiones en que
iban confesores, lo cual ocurría todos los sábados
y las vísperas de las fiestas principales.
>>Además de las prácticas religiosas comunes a
todos, que él cumplía con gran fervor, pude darme
cuenta, por sus palabras y por sus actos, de que
era devotísimo de Jesús Sacramentado y de la
Santísima Virgen, a los cuales consagraba con
afectos de amor y gratitud el tiempo que tenía
sobrante. Así le vi muchas veces, en tiempo de
recreo, y sobre todo en los días de vacación,
apartarse de buena manera de los compañeros, e ir
a la iglesia donde se entretenía en suaves
coloquios con Jesús Sacramentado y con su
piadosísima Madre.
>>Su deseo de perfección le movió a concertar
con un piadoso compañero de su confianza que se
fijara minuciosamente cómo cumplía sus deberes y
le corrigiera, sin reparo, de cualquier defecto
que observara.
>>Respecto a su piedad baste decir que, al fin
del curso, obtuvo de los superiores, por la
ejemplaridad de su conducta, un egregie, honor
singular y que rara vez se concede en dicho
seminario.
>>Además, otra virtud en la que se distinguía
señaladamente, era su modestia, tan especial y tan
perfecta, que yo no sabría expresarla sino
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llamándola modestia más celestial que humana. Mas,
no por esto se veía en él ni sombra de
extravagancia, antes al contrario gran cordialidad
y sinceridad, gracias a lo cual era, por un lado,
la alegría de los superiores, y, por otro, atraía
la admiración de los mismos seminaristas; en
cuanto a mí confieso que, atraído por su modesto
trato, por el candor de su conversación, reflejo
de la sinceridad y pureza de su alma, me sentía
movido a acercarme a él, a entretenerme con él, a
pesar de la gran distancia que había entre los dos
por los estudios y por la edad, pues yo entonces
estaba a punto de terminar los estudios
teológicos.
>>Era muy notable su modestia en los ojos en
toda circunstancia, especialmente cuando salía del
seminario para el paseo o para otra cosa; en la
iglesia y en las procesiones podría haberse
pensado que era un ángel por el sencillo y devoto
mirar de sus ojos. En suma, no me parece
exageración decir que en Burzio se veía la imagen
de aquella modestia con todas sus manifestaciones
que el Tridentino describe y recomienda vivamente
a los clérigos en la conocida prescripción: Sic
decet omnino clericos, etcétera.
>>Era cortés y amable con todos en su trato;
mas, si alguno, por sus agraciadas facciones
quería hacerle algún mimo sobre la espalda
(**Es1.404**))
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