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al fin hubo que decir: -íHa muerto! -Cuarenta y
ocho horas después pusiéronla en el ataúd y la
condujeron a la iglesia parroquial. Se cantó el
funeral, el cortejo fúnebre se encaminó al
cementerio. Ya cerca del cancel, uno de los que
llevaban la caja mortuoria dijo al párroco:
-íParece que la difunta da golpes en la caja!
-Cuando usted esté muerto no podrá tomarse esa
diversión, le respondió el párroco. Todos se
echaron a reír, creyendo que era una ilusión. Se
puso el ataúd en medio de la capilla de San Roque
y se entonaron las últimas exequias. Salió la
gente del cementerio. Al acercar el sepulturero la
caja junto a la fosa, también él oyó unos golpes
bien marcados en el interior. Aterrorizado, toma
un hierro para hacer saltar la tapa; pero, de
pronto, se detiene ((**It1.500**))
recordando en mala hora: que está prohibido abrir
un féretro, sin permiso de las autoridades. Va
corriendo al pueblo, avisa al alcalde, llama éste
al médico y se dirigen a toda prisa al cementerio.
Descubierta la caja, el médico encontró que la
mujer estaba todavía caliente. Le tomó el pulso y
notó que latía; hízole un corte en una vena y
salió sangre en abundancia. Entonces la hizo
llevar enseguida al pueblo; pero la pobrecita no
volvió más en sí y murió a las pocas horas, Juan,
que había acudido, fue testigo del hecho, y
concluía al narrarlo diciendo que verdaderamente
en este mundo <> 1.
También en estas vacaciones estuvo Juan con los
Moglia. Fue en compañía de Giacomelli; allí
cenaron, durmieron y fueron tratados con gran
cordialidad. Don Bosco mantuvo siempre óptimas
relaciones con esta querida familia, a cuyo jefe
profesaba estima, afecto y confianza. Cuando éste
iba alguna vez a Turín a visitarlo, Juan le
recibía con grandes muestras de alegría. La señora
Dorotea estaba tan persuadida de que el corazón
agradecido de don Bosco rezaría eficazmente por
ella, que aún en las mayores necesidades se
encomendaba a él.
Nos contaba Jorge Moglia: <((**It1.501
**)) Y en los primeros tiempos de
Oratorio, cuando los muchachos recogidos en él
eran sólo veinticinco, los llevaba cada
1 Prov., XIV, 13.
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