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la prueba. -Su panegírico admiró a todos,
particularmente al clero. Sus compañeros
seminaristas repetían: -íEl, nos deja a todos
tamañitos! - Y Juan Filippello, que tuvo la
satisfacción de oírlo, repetía cuarenta y ocho
años más tarde que aquel sermón le quedó grabado
para siempre. Así nos lo atestiguaba también el
mismo don Rópolo.
Aunque seguía entretanto reuniendo los domingos
a los niños de los campesinos y constituía su
mayor alegría al estar con ellos, parece que,
además de las amistades contraídas con personas
distinguidas de Castelnuovo y de Chieri, sostenía
también relación con algunas familias nobles que
habitaban en los castillos de los pueblos
circunvecinos. Y digo parece, porque en sus
memorias no hay rastro alguno de ello. Sin
embargo, en la cabecera del manuscrito que
preparaba para la biografía de Comollo aparece
esta frase: <((**It1.491**)),
seminarista de Chieri, dedicados al joven Luis
Larissé, conde heredero>>. Nos convence de ello,
además, el siguiente borrador de una carta
dirigida a cierto joven, que tiene maestro en su
propia casa, circunstancia que indica la posición
social del destinatario de la carta de Juan. El le
reprende por el tiempo perdido y le amonesta para
que lo remedie con una conducta más seria y
diligente en adelante.
Castelnuovo 28 de agosto de 1840
Siento inmensamente, mi querido amigo, no
hayáis podido satisfacer vuestros deseos y
secundar las esperanzas de vuestro padres. Pero si
tratáis vos mismo de buscar la raíz verdadera,
hallaréis que la culpa es vuestra. Porque si
hubierais estudiado lo que en clase y en casa os
enseñaba cotidianamente vuestro diligentísimo
maestro, no tendríais ahora que ver a vuestros
compañeros ser admitidos para el curso superior y
escuchar una vergonzosa negativa para vos. No sé
si es mejor estar de vacación todo el año y no ser
aprobado como los demás compañeros, o estudiar
todo lo que se pueda y así pasar honrosamente a la
clase superior. Pero si yo debiera aconsejar a
alguien una de estas dos determinaciones, le
exhortaría a no esperara que los superiores sean
indulgentes, sino más bien a considerarlos como
rigurosos y aún rigurosísimos, y obrar en
consecuencia, de modo que al fin del año se
consiga pasar por mérito propio y no por la bondad
de los profesores. Pero como muchos piensan de
otra manera, sucede que, aunque no lo quieran,
deberán arrepentirse del tiempo perdido,
precisamente cuando con vergüenza se verán
obligados a llevarse un chasco. Así que
tranquilizaos y procurad remediar lo mal hecho,
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