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((**Es1.391**) Un día, hablando con el teólogo Cinzano, se lo dije en confianza, y él aprobó mi proyecto con alegría. A tal fin, sin decir nada a nadie, me presenté yo solo al arzobispo Fransoni, y le pedí me dejara estudiar los tratados correspondientes al cuarto curso durante el verano, para así dar por acabado en quinquenio de teología en el curso escolar siguiente 1840-41. Aducía mi avanzada edad de veinticuatro años cumplidos. El santo prelado me acogió con mucha bondad y, visto el éxito de los exámenes hasta entonces sufridos en el seminario, me concedió el favor implorado, a condición de que me presentase a examen de todos los tratados correspondientes al curso que yo deseaba adelantar, a saber el De Poenitentia de Alasia, y el De Eucharistia de Cazzaniga. El teólogo Cinzano, vicario foráneo de mi parroquia fue el encargado de llevar a cabo la voluntad del superior. Estudiando, logré terminar en dos meses los tratados prescritos>>. Entretanto seguía dando repasos o clase de latín a los muchachos, entre los cuales tuvo el honor de contar aquellas vacaciones al jovencito Juan Bautista Bertagna, que sería más tarde el esclarecido teólogo, maestro de moral en el colegio eclesiástico de San Francisco de Asís, Obispo titular de Carfanaún y Auxiliar del cardenal Alimonda, arzobispo de Turín. Tampoco dejaba la predicación. El veintiséis de julio predicaba el panegírico de santa Ana en Aramengo y en nuestro archivos conservamos el precioso manuscrito. Después, el veinticuatro de agosto tuvo que encargarse, casi de improviso, del panegírico de San Bartolomé, en el mismo Castelnuovo. Estaba la víspera por la tarde en el jardín de la casa parroquial, acompañando a don Rópolo teniente cura y a otro sacerdote ((**It1.490**)), que jugaban a las bochas. Estaba él apoyado contra una pared del patio con los brazos cruzados y absorto en sus pensamientos. En esto que entra el párroco don Cinzano diciendo haber recibido una carta del predicador, que debía llegar al día siguiente para el panegírico de San Bartolomé de la Cofradia de Castelnuovo, el cual no podía acudir no sé por qué asunto o enfermedad y, por tanto que le tocaba a don Rópolo hacer el panegírico del santo apóstol. Don Rópolo se echó atrás diciendo: -No puedo prepararme de hoy para mañana; si se tratase de explicar el evangelio, lo podría hacer; pero un panegírico es harina de otro costal. - Tampoco el otro sacerdote aceptó la invitación. Don Cinzano quedó un tanto pensativo y dudoso, pensando tal vez en Juan que debía presentarse muy pronto a examen; pero, al fin, rompiendo el silencio, dijo a Juan: -Entonces, hazlo tú. -Este, saliendo de su meditación, respondió sonriendo: -Si no hay otro, estoy paratus ad omnia: haré (**Es1.391**))
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