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CAPITULO LIII
ENFERMEDAD MORTAL DE JUAN Y SU CURACION -RECIBE
LAS ORDENES MENORES -CARTA DE SU ANTIGUO MAESTRO
DON LACQUA -PREDICCION CUMPLIDA -POESIA PARA EL
DIA ONOMASTICO DEL PARROCO -HERIDO POR UN RAYO
-MONSEÑOR FRANSONI LE CONCEDE ADELANTAR UN CURSO
TEOLOGICO -JUAN PREDICA EN VARIAS IGLESIAS -CARTA
A UN ESTUDIANTE SUSPENDIDO EN LOS EXAMENES -RECIBE
EL SUBDIACONADO
AUNQUE el aire del pueblo natal no había influído
en la debilitada salud de Juan, con todo, al
empezar el curso 1839-40 volvía de nuevo a
continuar sus estudios y a su cargo de sacristán
en el seminario. Pero no hay que creer que su
físico estuviera tan mal parado, y que ya no
conservara el vigor que se le había augurado en el
primer sueño: <>. En
efecto, una noche a la hora de recreo, después de
haber contado, como de costumbre, algunos hechos
edificantes para tener alegres a los compañeros
empezó a describir las pruebas de agilidad en que
se había ejercitado de muchacho y hasta el caso
del desafío al saltimbanqui. A muchos
seminaristas, que no habían estudiado en Chieri,
les costaba creer lo que decía. Estaba entre ellos
Giacomelli. Entonces Juan exclamó: -No queréis
creerlo? íPues mirad! -Y, agarrando un sillón
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madera pesadísimo, lo levantó con un solo brazo,
hizo con él varios juegos, se lo puso apoyado en
el mentón por una sola pata sosteniéndolo así por
algún tiempo, y fue caminando por la habitación.
Giacomelli, que es quien nos lo contó, mirábale
asombrado, admirando su habilidad y su fuerza
muscular y exclamó: -íAhora empiezo a creer! -Sin
embargo, la salud de Juan empeoraba. Llevaba ya un
año entero de mal en peor, al fin cayó en cama. Le
repugnaba toda suerte de comidas, le atormentaba
un insomnio pertinaz, y los médicos lo
desahuciaron. Hacía ya un mes que guardaba cama.
Su madre, que no sabía nada de la desesperada
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