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((**Es1.38**) Bosco, nacido el 4 de febrero de 1784. Su escasa fortuna consistía en unas tierras junto a la casa, que él mismo trabajaba para vivir. Como éstas no bastaban para satisfacer todas las necesidades de su familia, cultivaba también, en calidad de quintero, las tierras lindantes, que pertenecían a un tal Biglione, y en ellas había fijado su residencia. Vivía con su mujer, un hijo pequeño llamado Antonio, nacido el 3 de febrero de 1803, y su anciana madre, a la que trataba con las atenciones que sugiere una tierna piedad filial. Era hombre de carácter amable, excelente cristiano y dotado de gran sentido común para la instrucción religiosa, que cultivaba con la frecuente asistencia al catecismo y a los sermones en la iglesia parroquial. La verdadera sabiduría proviene de Dios y enseña al hombre a no quedarse en vanos deseos y a abandonarse enteramente a las disposiciones de la bondadosísima Providencia divina. Por eso, <> 1. Entregado por completo a sus trabajos, cuando menos lo esperaba, caía enferma la compañera de su vida, la cual, asistida por el vicario ((**It1.26**)) parroquial don José Boscasso, el que había sido encarcelado en la fortaleza de Alessandria en 1800, expiraba el último día de febrero de 1811, fortalecida con los sacramentos de la penitencia y de la extremaunción. A este dolor privado se vino a añadir, aquel mismo año, otro dolor público. El 11 de noviembre moría repentimiento el propio vicario don Boscasso, a los setenta y cuatro años, y era sepultado en la iglesia del Castillo. Para Francisco, que era hombre muy de iglesia, fué ésta otra gran pérdida. En los pueblecitos campesinos el párroco es natruralmente el padre, el amigo, el confidente, el consolador de sus parroquianos. El conoce a las familias y a cada uno de sus miembros; y éstos, siempre que lo encuentran, le saludan con una alegre sonrisa. Los jovencitos han sido bautizados por él y por él admitidos a la primera comunión; una gran parte de padres y madres se han prometido fidelidad eterna y amor delante de él; los hombres de edad se sirven de los consejos de su prudencia para gobernar a sus dependientes y, a veces, para ejercer cargos públicos con acierto. No hay casa donde no haya entrado para enjugar los últimos sudores de los moribundos, levantando sus corazones con la esperanza de otra vida llena de felicidad y sin término, y aliviando, al mismo tiempo, el dolor de los parientes. El nacimiento, la vida, la //1 Eclesiástico, XL, 18. // (**Es1.38**))
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