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CAPITULO LII
ENTIERRO DE COMOLLO -SE APARECE A LOS SEMINARISTAS
-JUAN DE VACACIONES -JORGE MOGLIA -CON EL TEOLOGO
COMOLLO -CON DON JOSE CAFASSO -DOS FAUSTOS
ACONTECIMIENTOS
CUANDO se hizo de día y corrió la voz de la muerte
de Comollo, los seminaristas quedaron sumidos en
triste desolación. Pero todos, consolándose
mutuamente se decían: A estas horas Comollo está
en el paraíso y ruega por nosotros. A porfía se
procuraban algún objeto que le hubiera pertenecido
para conservarlo como recuerdo de un colega tan
querido y venerado. El rector del seminario movido
por las singulares circunstancias que acompañaron
su muerte, no resignándose a que su cadáver fuera
llevado al cementerio común, marchó a Turín,
apenas amaneció; se presentó a las autoridades
civiles y eclesiásticas, y obtuvo permiso para
sepultarlo en la iglesia de San Felipe, contigua
al propio seminario. Así que el día tres de abril,
por la mañana, con la participación de todos los
seminaristas, de todos los superiores, del
canónigo párroco con su clero, y de un inmenso
gentío, fue paseado procesionalmente el cadáver
por la ciudad de Chieri, y después de un largo
recorrido, fue conducido a la mencionada iglesia
de San Felipe. Llegados allí, con música lúgubre y
con pomposo aparato, el rector del seminario cantó
((**It1.471**)) la misa
praesente cadávere. Cuando terminó, el féretro fue
depositado en una tumba que le había sido
preparada junto al lugar donde la balaustrada del
altar queda partida en dos; como si Jesús
Sacramentado, al que Luis había demostrado tanto
amor y con el que solía entretenerse tan a gusto,
quisiera tenerlo también después de muerto.
Apenas sepultado, Comollo se apareció otra vez,
siendo testigos del hecho todos los seminaristas
de un dormitorio. He aquí cómo don Bosco narra el
portentoso suceso. <(**Es1.377**))
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