((**Es1.374**)
Finalmente, me llamó en voz baja y me rogó que no
le hablara ya más que de cosas espirituales;
((**It1.466**)) pues
decía que eran demasiado preciosos los últimos
momentos que le quedaban de vida, y debía
emplearlos en dar gloria a su Dios; de modo que no
respondía si le preguntaban de otras cosas.
>>Entretanto el enfermo, mostrando gran
postración y con tendencia al sueño, se aletargó
unos momentos. Los seminaristas habían ido a las
sagradas funciones de la catedral. Después de un
breve descanso, despertó y al verse solo conmigo
me dijo así: -Ya ha llegado, querido amigo, el
momento en que debemos separarnos por algún
tiempo. Pensábamos ayudarnos en las vicisitudes de
la vida, animarnos, aconsejarnos en todo lo que
hubiera podido contribuir a nuestra eterna
salvación. No estaba así escrito en los santos y
siempre adorables designios del Señor. Tú me has
ayudado siempre en las cosas espirituales, y
también en los estudios; te doy las gracias. Que
Dios te lo pague. Pero, antes de separarnos,
escucha unos recuerdos de tu amigo. La amistad no
supone tan sólo hacer lo que el amigo desea
mientras vive, sino también lo que mutuamente se
han prometido para después de la muerte. Por lo
tanto, el pacto que hicimos con la más seria
promesa de rezar el uno por el otro para que
podamos salvarnos, quiero que no sólo se extienda
hasta la muerte del uno o del otro, sino hasta la
muerte de los dos: por consiguiente, promete y
jura que rezarás por mí mientras duren tus días
aquí abajo. -Aunque al oír aquellas palabras me
sentía forzado a llorar, no obstante pude contener
las lágrimas y prometí lo que pedía y de la manera
que pedía. Después, me dio algunos consejos y
terminó diciendo: -Una cosa todavía quiero
encargarte, te lo ruego encarecidamente. Cuando
vayas de paseo y pases junto al camposanto oirás
decir a los compañeros: Aquí está enterrado
nuestro compañero Comollo; tú entonces con
prudencia dirás a cada uno, de mi parte, que recen
por mí un padrenuestro y un réquiem. ((**It1.467**)) De ese
modo quedaré libre de las penas del purgatorio.
Quisiera decirte muchas cosas todavía, pero el mal
se agrava y me sofoca; recomiéndame a las
oraciones de los amigos, ruega al Señor por mí;
Dios te acompañe y te bendiga y ya nos veremos
cuando El disponga-.
>>Al atardecer del día de Pascua quedó tan
postrado, que apenas si podía articular y
pronunciar palabra; fue asaltado por un nuevo y
violento acceso de fiebre, acompañada de dolorosas
convulsiones. A duras penas se podía dominarlo.
Pero, aunque fuera de sí y agitado por el mal,
apenas se le decía: Comollo, por quién hay que
sufrir? él
(**Es1.374**))
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