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nombrado sacristán de la capilla del seminario.
Era éste un cargo de escasa importancia, si se
quiere, pero era una prueba evidente de
bienquerencia de los superiores y al que iban
anejos otros sesenta francos. Con ellos tenía para
la mitad de la pensión, mientras el caritativo don
Cafasso cuidaba del resto. El sacristán debía
cuidar de la limpieza de la iglesia, de la
sacristía, del altar y de la lámpara, de las velas
y de los ornamentos y objetos necesarios para el
culto. Este cargo, que se le otorgó por aventajar
a los demás en ciencia y virtud, como atestiguaron
muchas veces a don Cagliero, don José Fiorito, su
prefecto de dormitorio y don Giacomelli, fue
también para él ocasión de nuevo ejercicio de
virtud. En efecto, contaba don Santiago Bosco:
<((**It1.458**)), no
advertida a lo mejor por quien la sufre, pero que
se echa de ver por modales y palabras, quién es el
objeto de ella. Pero la caridad y la humildad de
Juan sabían disimular tales miserias. Esta
humildad no se alteraba, ni siquiera cuando
ciertos seminaristas sembradores de cizaña no
cesaban de motejarle, mortificarle y hasta
despreciarle, al verle vivir apartado y casi solo.
El cargo de sacristán, que se le había
encomendado, le valió por parte de éstos el
sobrenombre de: Bosco d'l'oli per la lampia! 1 por
su diario acudir a pedir al ecónomo el aceite para
la lámpara que debía arder ante el altar. Pero él,
siempre sereno y tranquilo, dejaba decir>>. Mas no
era insensible. Nos contaba don Giacomelli que un
día, no sé por qué discusión, Juan oyó a un
compañero que le decía burlándose de su cargo: -Tu
minchione delle torcie!2 -Juan se puso colorado
como una amapola, pero no dijo palabra y se
retiró. Pero los seminaristas presentes juzgaron
tan grave el insulto, que uno de ellos no pudo
contenerse y reprochó ásperamente al ofensor.
Comollo entretanto, a pesar de los
presentimientos del próximo término de su vida,
había reanudado seriamente sus estudios y
alcanzaba de nuevo en los exámenes semestrales el
premio de las sesenta liras. Aunque mostraba la
misma jovialidad y alegría en su conversación en
el recreo, con todo Juan notaba algo de misterioso
1 Como por ejemplo en Castilla a un sacristán:
<<íLamparones, chupacirios!>> (N. del T.)
2 <<íMira el cretino apagavelas éste!>> (N. del
T.)
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