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ocasión y tuvo que decir: <>.
Algo semejante le sucedió a Juan algún tiempo
después en una fiesta solemnísima en Peccetto. Nos
lo contó el párroco de Castelnuovo, don Antonio
Cinzano. A la hora de vísperas todavía no se había
presentado el predicador, víctima de una repentina
enfermedad. Ninguno de los sacerdotes presentes
quiso sustituirlo, diciendo que no tenían el
tiempo necesario para preparsarse y no se atrevían
a hablar en público improvisando. Entonces el
párroco dijo al seminarista Bosco: -íVaya usted!
-Juan pidió un breviario, leyó las lecciones del
día, subió al púlpito y dejó al pueblo tan
satisfecho, que algunos de los que le oyeron,
hablando al día siguiente con el párroco de
Castelnuovo, ensalzaban lo hermoso del sermón y la
habilidad del predicador.
Y qué opinión tenía don Bosco de estos sus
sermones? El, que exaltaba hasta las nubes el
sermón de Comollo, escribe así de sí mismo:
<((**It1.451**)) -Su
sermón versó sobre las pobrecitas ánimas del
purgatorio. íY yo había predicado sobre las
glorias de María! En Alfiano quise saber el
parecer del párroco, don José Pelato, persona de
mucha piedad y doctrina y le rogué me dijera su
parecer sobre el sermón. -Su sermón, -me
respondió-fue realmente bonito, ordenado, expuesto
con buen lenguaje, con pensamientos de la
Escritura; si sigue así, puede tener éxito en la
predicación.
>>-Habrá comprendido el pueblo?
>>-Poco. Mi hermano sacerdote, yo y poquísimos
más.
>>-Cómo es posible que no entendieran cosas tan
sencillas?
>>-A usted le parecen fáciles, pero para el
pueblo son bastante difíciles. Desgranar la
historia sagrada, volar con razonamientos sobre el
tejido de hechos de la historia eclesiástica, son
cosas que el pueblo no entiende.
>>-Entonces qué me aconseja hacer?
>>-Abandonar el lenguaje y el desarrollo del
tema según los clásicos,
(**Es1.362**))
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