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Pocos días después de la llegada a casa recibía
Juan la siguiente cartita del amigo Comollo:
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<((**It1.448**)) madre.
-Pronto conseguimos echar la mano a un pollo. Pero
después, quién lo mataba? Ninguno de los dos se
atrevía. Para llegar a una conclusión convincente,
se decidió que Comollo sostuviese al animal por el
cuello sobre un tronco de madera, mientras yo se
lo cortaba con una hoz despuntada. Descargué el
golpe. La cabeza cayó por el suelo. Los dos
espantados, afligidos, nos echamos hacia atrás.
-íSi seremos exagerados! - dijo repuesto Comollo;
el Señor ha dicho que nos sirvamos de los animales
de la tierra para nuestro bien; por qué, tantos
remilgos? Y sin más problemas recogimos el animal
y, desplumado y cocido, nos lo comimos.
>>Debía ir yo a Cinzano para oír el sermón de
Comollo el día de la Asunción. Pero habiéndoseme
encargado, también a mí, hacer el mismo sermón en
Alfiano, no fui hasta el día siguiente. Daba gusto
oír las alabanzas que de todas las bocas salían
sobre el sermón de Comollo. -Predica como un
santo, decía uno. -íOh!, exclamaba otro, parecía
un ángel en el púlpito; tan modesto y con tanta
naturalidad en el hablar. Otros: -íQué modo de
predicar más agradable! -
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