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((**Es1.36**) los habría animado a aumentar en número otros domingos. Usó, pues, un recurso, sin que ellos lo notaran, para librarse de aquellos mal educados: salía de casa antes de la hora acostumbrada. La artimaña le valió sólo algunos domingos, porque los jóvenes, al darse cuenta de su astucia, adelantaron ellos también la hora de su llegada. Entonces Margarita ((**It1.23**)) rogó a una buena mujer de los caseríos vecinos que tuviera la bondad de acompañarla; pero algunas veces sucedía que, por deberes de familia, tampoco esa señora podía prestarle aquel servicio. Qué hacer en tal caso? Margarita no se desanimaba por tan poca cosa. No pudiendo esquivar la compañía de aquellos jóvenes galantes, correspondía a su saludo, aceptaba el ofrecimiento de su compañía y se ponía a caminar a paso tan rápido y resuelto que ellos tenían que correr para seguirla, haciendo el ridículo ante cuantos los veían. Al fín, cansados y jadeantes, acababan por quedarse atrás, diciendo:-No queremos rompernos las costillas y los pulmones.- Margarita se reía en sus adentros de su estratagema, llegaba sola a la iglesia y, acabada la santa misa, buscaba entre la gente una compañera para volver a casa. Casi siempre escogía a cierta vieja, jorobada, coja, irascible, dispuesta a enseñar los dientes a cualquiera que le importunara, y, poniéndose a su lado, desandaba el camino. Se lee en el Eclesiástico: <> 1. Margarita, con las enseñanzas del catecismo, había fortalecido su corazón y modelado sus acciones según estos divinos consejos, logrando de este modo evitar todo peligro y pasar inmaculada su juventud. 1 Eclesiástico, XXXVII, 13-15. (**Es1.36**))
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