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CAPITULO XLIX
PERENNE JOVIALIDAD DE JUAN BOSCO -COSAS DE POCA
IMPORTANCIA -DISCIPLINAS DE RISA -UN CANTOR QUE
PIERDE LOS ANTEOJOS -LOS APUROS DE UN ALCALDE
-CUMPLIMIENTO DE UNA PROMESA
LA vida de Juan Bosco siempre fue vida de paz y de
alegría.
Aun en medio de las pruebas más duras, hasta
siendo sacerdote, si, por algunos instantes,
parecía que su ánimo jovial se nublaba, pronto se
manifestaba con agudezas o amenas narraciones. Se
puede decir que no pasó día, sin excitar con ellas
la hilaridad, lo mismo en reuniones públicas que
en las charlas con los alumnos o en los corros que
formaban en su derredor los salesianos y
muchachos, y en los viajes, en las casas, en las
mansiones señoriales, doquiera se presentaba. Como
era un atento observador de cuanto ocurría, sabía
una serie inacabable de hechos graciosos. La
conciencia tranquila y el completo abandono en las
manos de la divina Providencia no le permitían el
desaliento y la tristeza. Doquiera iba llevaba
consigo la más viva alegría y la sonrisa más
sincera. Era ésta su norma constante, de acuerdo
con la enseñanza del Eclesiástico: <((**It1.436**)) echa
lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a
muchos y no hay en ella utilidad. Envidia y mal
humor los días acortan, las preocupaciones traen
la vejez antes de tiempo>>. 1 La alegría del
corazón de don Bosco se reflejaba hasta en su
cara, como si en sus oídos resonara de continuo la
exhortación de San Pablo: <>. 2
1 Ecles., XXX, 21.
2 Filipenses, IV, 4.
(**Es1.351**))
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