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((**Es1.346**) estado en Cinzano. Fue allí en compañía del seminarista Garigliano, del juez, del secretario municipal y del topógrafo J. B. Paccotti, con los cuales tenía amistad. Estos habían planeado pasar alegremente un día en casa del párroco. Al llegar la comitiva, los vecinos amigos les notificaron, que el párroco había salido en compañía del sobrino para asistir a la acostumbrada conferencia mensual, sobre moral, que se celebraba en Sciolze con el vicario foráneo. Así, pues, no les esperaban. Qué hacer? Dar por perdida la excursión? De ningún modo. El párroco de Cinzano, tío de Comollo, era un venerado anciano de ochenta años; en Chieri y en Castelnuovo había invitado muchas veces a Juan para que fuera a visitarle a Cinzano, añadiéndole que le hacía dueño de su casa. Pero la sirvienta que gozaba de plenos poderes en la economía de la casa, como buena ama de llaves que era y fiel hasta el escrúpulo, no podía ciertamente abrir la puerta de casa y dar de comer al primer llegado, menos aún a una comitiva de gente alegre, sin órdenes precisas. Juan entendió que debería emplear medidas diplomáticas para dar en el blanco; con todo, aseguró la victoria a los amigos ((**It1.429**)). Como no conocía a la sirvienta, se informó de su nombre y su carácter, después sin más se dirigió a la casa parroquial solamente con Garigliano. La sirvienta, que nunca le había visto, le recibió con frialdad, y le dijo que el párroco estaba ausente. -Lo siento mucho, respondió Juan con la gracia e ingenuidad que le eran propias: somos buenos amigos y hace mucho que nos conocemos. Si al menos estuviera la señora Magdalena, que sé es persona atenta y bien educada; pero, sin duda, habrá ido a Sciolze con el párroco. No es posible que ese buen anciano salga fuera de casa sin la que sabe aconsejarle tan oportunamente en todas las circunstancias. También he venido para saludarle a ella, a la señora Magdalena; pero si no está, paciencia; ya volveré otro día. Cuando usted la vea preséntele mis respetos. -La buena sirvienta, así lisonjeada, sonreía modestamente y después interrumpió diciéndole: -Magdalena no ha ido a Sciolze-. -No ha ido?, es posible? A pesar de lo que yo me podía suponer... -Le repito que Magdalena no ha ido... porque... Magdalena soy yo. -íAh, es usted! Usted el ama de casa? -íQué ama! yo no soy más que una pobre criada. -No diga usted eso; si no fuera por usted, qué sería de este pobre párroco? Sabemos que usted es quien atiende a todo, quien gobierna (**Es1.346**))
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