((**Es1.342**)
de los árboles de que estaba poblada. Allí se
dedicaba al estudio de las materias que no había
podido atender durante el curso escolástico:
estudiaba especialmente la historia del Antiguo y
Nuevo Testamente, de Calmet, la geografía de los
Santos Lugares y la gramática hebrea, de la que
llegó a adquirir suficiente conocimiento. Todavía
en 1884 se acordaba de lo aprendido sobre esta
lengua: con estupefacción le oímos en Roma
disputar con un profesor de hebreo sobre el valor
gramatical y la explicación de ciertas frases
originales de los profetas, confrontándolas con
los textos paralelos de varios libros de la
Biblia. Se ocupaba, además, en traducir del griego
el Nuevo Testamento y empezaba también a preparar
algunos sermones. Previendo la necesidad de
conocer las lenguas modernas, se dedicó por este
tiempo a aprender el francés. Después del latín y
del italiano tuvo siempre predilección por el
((**It1.424**)) hebreo,
el griego y el francés. Muchas veces le hemos oído
decir: -Hice mis estudios en la viña de la Renenta
de José Turco. - La finalidad de sus estudios era
la de hacerse digno de su vocación y prepararse
para la instrucción y educación de la juventud. En
efecto, acercóse un día a José Turco, con quien
tenía gran amistad, mientras trabajaba en la viña,
y éste empezó a decirle: -Ahora eres seminarista,
muy pronto serás sacerdote; después, qué harás? -
Juan respondió: -Mi intención no es la de hacer de
párroco o coadjutor; me gustaría recoger conmigo
muchachos pobres y abandonados para educarlos
cristianamente e instruirles. -Encontróse otro día
con él, y en confianza le contó que había tenido
un sueño, gracias al cual había comprendido que,
con el andar del tiempo, establecería su morada en
cierto lugar donde recogería a muchos jovencitos
para instruirles en el camino de la salvación. No
determinó el lugar, pero parece que se refería a
lo que contó por vez primera en 1858 a sus hijos
del Oratorio, entre los que estaban Cagliero, Rúa,
Francesia y otros. Había visto el valle de debajo
la alquería de Susambrino convertirse en una gran
ciudad, por cuyas calles y plazas corrían turbas
de chicos alborotando, jugando y blasfemando. Como
tenía horror a la blasfemia y era de carácter
pronto y vehemente, se acercó a los muchachos,
riñéndoles por blasfemar y amenazándoles si no se
callaban; pero como ellos no cesaran de lanzar
horribles insultos contra Dios y la Santísima
Virgen, Juan empezó a golpearles. Pero ellos
reaccionaron y, echándosele encima, descargaron
sobre él fuertes puñetazos. El escapó, pero le
salió al paso un Personaje, que le requirió a
detenerse y a volver hasta aquellos arrapiezos,
para persuadirles a ser buenos y no hablar mal
((**It1.425**)). Juan
objetó que le habían pegado y que peor le iba a
ir, si volvía
(**Es1.342**))
<Anterior: 1. 341><Siguiente: 1. 343>