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el motivo que él expone: <((**It1.395**)) mi
buena voluntad, siguió ayudándome; durante cuatro
años leía cada semana una composición griega o
alguna
traducción, que yo le enviaba, él la corregía
puntualmente y luego me la devolvía con las
oportunas observaciones. De este modo pude llegar
a traducir el griego casi como si se tratase de
latín>>. Y efectivamente, el 1886, precisamente el
diez de febrero, recitaba ante nosotros capítulos
enteros de las cartas de San Pablo en griego y en
latín, puesto que sabía de memoria, en ambas
lenguas, todo el Nuevo Testamento.
Juan dio clase en Montaldo durante casi tres
meses, encargándose además de asistir a un
dormitorio durante todas aquellas vacaciones. Tuvo
aquí ocasión de conocer a varios jóvenes de
familias distinguidas, que siempre guardaron
excelente recuerdo de él, y de cuya cooperación
supo él aprovecharse con frecuencia cuando tuvo
necesidad. También puedo conocer, gracias a su
piedad y al celo que le abrasaba por la salvación
de las almas, los peligros que se dan con esta
clase de muchachos, entre los cuales él se
encontraba por vez primera, y la dificultad de
adquirir sobre ellos el suficiente ascendiente
necesario para hacerles el bien. Y se persuadió de
que no era llamado a ocuparse de los jóvenes de
familias señoriales. En efecto, años más tarde, el
5 de abril de 1864, le decía a don Ruffino, que le
hablaba de varios proyectos, entre ellos el de
llegar a tener con el tiempo un colegio para
muchachos de la nobleza: -No, eso nunca; mientras
yo viva y en cuanto a mí dependa, eso nunca. Esto
sería
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