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CAPITULO XLIV
DILIGENCIA DE JUAN PARA PRESTAR SERVICIOS A LOS
COMPAÑEROS -SU AGRADABLE COMPAÑIA -LOS ANTIGUOS
AMIGOS DE COLEGIO -FUERZA DE JUAN -SUFRE UN
PELIGRO GRAVISIMO
EL aspecto sempiternamente alegre de Juan, su
trato agradable, la condescendencia para prestar
un servicio a cualquiera que lo necesitara, le
granjearon muy pronto el afecto de todos los
seminaristas. Por su parte él se encontraba feliz
en la nueva vida, como el que vive en continuo y
delicioso banquete 1.
Siempre dispuesto a barrer, a transportar
muebles de una habitación a otra, a colocar bien
los baúles, a hacer bonetes, afeitar, cortar el
pelo, remendar sotanas y zapatos, parecía el
humilde servidor de todos, y todos iban a porfía
para manifestarle su agradecido afecto. Entre sus
muchas habilidades tenía también la de asistir y
medicar a los enfermos con gran pericia; y como
había aprendido desde jovencito a sacar muelas con
maña tal que no hacía sufrir ningún dolor, todos
acudían a él en semejantes casos.
Igualmente, en las dudas, en las penas, en las
dificultades de clase, todos le buscaban como al
consejero, al amigo, ((**It1.386**)) al
pasante de las lecciones no entendidas. Con los
atrasados tenía una caridad sin límites: cuando
debían rendir exámenes y se encontraban apurados
por la extensión de la materia, acostumbraba
hacerles resúmenes sobre el particular. Prestaba
generosamente sus libros, pese a las muchas
privaciones que le costaban, a cualquiera que se
los pidiera. Preparaba frecuentemente los sermones
a los que eran invitados por los párrocos en
tiempo de vacaciones y no tenían facilidad para
escribirlos o no se sentían todavía capaces para
componerlos. Contaba, en efecto, don Giacomelli
que, algún año después, un compañero
1 Eclesiástico, XXX, 25.
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