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las tropas, la escasez de mercancías, la epidemia
en los ganados y en las poblaciones.
La familia Occhiena compartía ciertamente
aquellas calamidades públicas, pero su confianza
en Dios y la buena educación de sus hijos le
proporcionaban gran consuelo. Margarita, en la
escuela de su madre y en medio de tantas
estrecheces, daba esperanza cierta de llegar a ser
una excelente ama de casa.
Aún pequeñita, dividía su tiempo entre la
oración y el trabajo. La iglesia, adonde acudía
para cumplir ((**It1.16**)) los
deberes religiosos, asistir a la santa misa,
recibir los santos sacramentos y escuchar la
palabra de Dios, era el lugar de sus delicias, el
centro de sus preferencias. Estaba dotada por
naturaleza de una voluntad resuelta que,
ayudada por un excelente sentido común y por la
gracia divina, le haría salir victoriosa de todos
los obstáculos espirituales y materiales, que
habría de encontrar en el curso de su vida.
Teniendo por regla de todas sus acciones la ley
del Señor, sólo ésta ponía límites a su libertad.
Y así, con rectitud de conciencia, de afectos, de
pensamientos, con juicio seguro sobre los hombres
y sobre las cosas, desenvuelta en su obrar, franca
en sus palabras, no conocía el titubeo o el miedo
en ninguna circunstancia, lo mismo pequeña que
grande.
En una aldea vecina vivía un hombre que atraía
las miradas y la
admiración de todos, por su extraordinaria altura
y corpulencia y su
buen aspecto. Cuando pasaba por la calle, salía la
gente para verle y
los niños iban tras él, como suelen hacerlo con
algo extraordinario.
El gigante se sentía molesto por la insistente
curiosidad. Un día, en
que Margarita estaba como encantada
contemplándole, se dirigió a ella y acercándose le
dijo: -íCaramba! Es que no puedo ser dueño de mí
mismo? No puedo ir adonde quiera, sin que estén
todos mirándome? íEa, tú! no te soltaré hasta que
no me digas por qué razón me estás mirando de pies
a cabeza. -Margarita, sin apartarse ni
desconcertarse, le respondió: -Por lo mismo que un
perro mira pasmado a un obispo; y si te puede
mirar un perro, con mayor razón puedo hacerlo yo,
que al fin y al cabo soy más que un perro.
íRespuesta bien franca para una jovencita de su
edad! ((**It1.17**))
En todos sus actos mostraba la misma energía.
Un hecho muy simpático la retrata al vivo. En 1779
el ejército austro-ruso, después de haber vuelto a
tomar a los franceses la Lombardía, ocupó el
Piamonte en nombre del rey de Cerdeña, pero lo
trató como a un país conquistado, de modo que éste
jamás padeció tanta escasez como aquel año. Se
aumentaban los tributos ya exorbitantes, los
mozos(**Es1.31**))
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