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((**Es1.31**) las tropas, la escasez de mercancías, la epidemia en los ganados y en las poblaciones. La familia Occhiena compartía ciertamente aquellas calamidades públicas, pero su confianza en Dios y la buena educación de sus hijos le proporcionaban gran consuelo. Margarita, en la escuela de su madre y en medio de tantas estrecheces, daba esperanza cierta de llegar a ser una excelente ama de casa. Aún pequeñita, dividía su tiempo entre la oración y el trabajo. La iglesia, adonde acudía para cumplir ((**It1.16**)) los deberes religiosos, asistir a la santa misa, recibir los santos sacramentos y escuchar la palabra de Dios, era el lugar de sus delicias, el centro de sus preferencias. Estaba dotada por naturaleza de una voluntad resuelta que, ayudada por un excelente sentido común y por la gracia divina, le haría salir victoriosa de todos los obstáculos espirituales y materiales, que habría de encontrar en el curso de su vida. Teniendo por regla de todas sus acciones la ley del Señor, sólo ésta ponía límites a su libertad. Y así, con rectitud de conciencia, de afectos, de pensamientos, con juicio seguro sobre los hombres y sobre las cosas, desenvuelta en su obrar, franca en sus palabras, no conocía el titubeo o el miedo en ninguna circunstancia, lo mismo pequeña que grande. En una aldea vecina vivía un hombre que atraía las miradas y la admiración de todos, por su extraordinaria altura y corpulencia y su buen aspecto. Cuando pasaba por la calle, salía la gente para verle y los niños iban tras él, como suelen hacerlo con algo extraordinario. El gigante se sentía molesto por la insistente curiosidad. Un día, en que Margarita estaba como encantada contemplándole, se dirigió a ella y acercándose le dijo: -íCaramba! Es que no puedo ser dueño de mí mismo? No puedo ir adonde quiera, sin que estén todos mirándome? íEa, tú! no te soltaré hasta que no me digas por qué razón me estás mirando de pies a cabeza. -Margarita, sin apartarse ni desconcertarse, le respondió: -Por lo mismo que un perro mira pasmado a un obispo; y si te puede mirar un perro, con mayor razón puedo hacerlo yo, que al fin y al cabo soy más que un perro. íRespuesta bien franca para una jovencita de su edad! ((**It1.17**)) En todos sus actos mostraba la misma energía. Un hecho muy simpático la retrata al vivo. En 1779 el ejército austro-ruso, después de haber vuelto a tomar a los franceses la Lombardía, ocupó el Piamonte en nombre del rey de Cerdeña, pero lo trató como a un país conquistado, de modo que éste jamás padeció tanta escasez como aquel año. Se aumentaban los tributos ya exorbitantes, los mozos(**Es1.31**))
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