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((**Es1.307**)((**It1.376**)) CAPITULO XLIII LA VIDA EN EL SEMINARIO -LOS COMPAÑEROS -FRECUENCIA DE LOS SANTOS SACRAMENTOS -TIEMPO BIEN EMPLEADO -OTRO SUEÑO -PASATIEMPOS EL seminario es el templo de Dios, en el cual el joven levita oye más claramente la voz del Señor que le llama al servicio del altar. Es el atrio santo donde se enciende en la más tierna devoción y en el más ardiente celo por la salvación de las almas y adquiere aquellos lazos de caridad, que deben unir entre sí a todos los miembros de la iglesia. Es la palestra donde, con la virtud y la ciencia, fortifica su voluntad y su mente para vencer las batallas del Señor. Es el jardín de Dios donde se recogen las flores más selectas de las diócesis, que en su día trasplantadas, esparcirán perfume de santidad por todas sus poblaciones. Pues bien, en este sagrado recinto entraba el seminarista Juan Bosco decidido a conseguir todas las gracias que el Señor le tenía allí preparadas. He aquí cómo él mismo describe este nuevo período de su vida: <((**It1.377**)) a hablar más con ellos, como no los llamasen para darles alguna reprimenda. Uno de los superiores, por turno vigilaba durante la semana en el refectorio y en los paseos, y nada más. íCuántas veces hubiera querido hablarles, pedirles consejo o aclarar dudas, y no podía hacerlo!; es más, cuando algún superior pasaba entre los seminaristas, todos sin saber por qué, huían precipitadamente de él, como de un perro rabioso. Esto avivaba en mi corazón los deseos de ser cuanto antes sacerdote para meterme en medio de los jóvenes, estar con ellos y ayudarles en todo. >>En cuanto a los compañeros me atuve al consejo de mi querida (**Es1.307**))
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