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que desde este momento empiece una vida nueva,
toda según vuestro divino querer, y que la
justicia y la santidad sean el objeto constante de
mis pensamientos, de mis palabras y de mis obras.
Así sea. Oh María, sed mi salvación-.
<>-Por eso me han invitado a mí; ven tú también
conmigo.
>>-Yo no sé portarme decorosamente en esas
fiestas; si me lo permite, me quedo en la casa
parroquial a comer.
>>-Pero si aquí en casa, ni siquiera se
enciende el fuego; estamos todos invitados.
>>-Pues yo iré a mi casa a comer con mi
familia.
>>-Tu casa está muy lejos, y además tu familia
no te espera. Ea, vamos; te llevo, además, porque
habrá que ayudar a la bendición y siempre habrá
que hacer algo en la sacristía y en la iglesia.
>>Fui, pues, para no disgustar al párroco, que
tanto me quería, pero de mala gana, porque sabía
que en el bullicio y en los grandes festines
siempre hay peligro de ofender a Dios. Asistí a
las funciones de la capilla, fui a la comida: vi
todo lo que se acostumbra hacer en semejantes
fiestas; pero para mí aquél fue un día de
disgusto.
>>Mi párroco se dio cuenta de ello y, al volver
a casa, me preguntó por qué en un día de alegría
general me había mostrado yo tan retraído y
pensativo. Respondí con toda sinceridad que la
función, celebrada por la mañana en la iglesia no
concordaba ni en género, ni en número, ni en caso
con lo de la tarde. -Es más, añadí: el haber visto
sacerdotes haciendo el bufón en medio de los
convidados, y un tanto alegrillos por el vino,
casi ha hecho nacer en mí aversión hacia la
vocación. Si supiera que habría de ser un
sacerdote de ésos prefería
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