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en su infancia. Contaba nueve años cuando un día
del mes de julio de 1797 se oían las campanas de
Asti y Chieri que tocaban a rebato por largo
tiempo. Emisarios franceses y sectarios
piamonteses, protegidos por el embajador de
Francia en Turín, habían levantado a la hez del
populacho en rebelión contra el legítimo rey
Carlos Manuel IV, proclamando la república. Pero
los aldeanos corrían en ayuda de las tropas
reales. En Chieri, treinta de los revoltosos
fueron pasados en seguida por las armas y otros
nueve fueron condenados a la pena capital. En
Asti, se ejecutaron catorce sentencias de muerte.
Al año siguiente, los lugareños del territorio
de Asti ardían de ira
y, en el secreto de sus casas, lanzaban
imprecaciones contra los franceses, que habían
ocupado la ciudadela de Turín con inaudita
insolencia, obligando a su Rey, de la manera más
villana, a abdicar y
retirarse a Cerdeña; y en los primeros días de
1799, insoportable ya
el gobierno democrático, al grito de <<íViva el
Rey!>> tomaron las armas y se dirigieron a Asti.
Los franceses de la guarnición los rechazaron
fácilmente, les hicieron volver a sus caseríos y
aldeas y fusilaron a muchos, capturados con las
armas en las manos. íCuánto miedo y cuánto luto en
las familias! ((**It1.15**))
Poco después, una indignación mucho mayor, una
compasión mucho más viva conmovió los corazones de
los católicos. De paso por Casal-Monferrato,
Alessandria, Crescentino y Chivasso, la noche del
24 al 25 de abril llegaba a la ciudadela de Turín
Pío VI, en calidad de prisionero, acompañado de un
comisario de la república. A sus ochenta y dos
años de edad, postrado y extenuado de fuerzas, se
temía por su vida. Había sido condenado por el
Directorio a retirarse a Valence en el Delfinado,
a través de los Alpes con sus altas nieves y
hielos y al borde de peligrosos precipicios.
A estos sufrimientos se añadía la prolongada y
persistente carestía en que vivían las poblaciones
del Piamonte, porque el mismo Soberano necesitaba
hombres y dinero para rechazar a los ejércitos
franceses; y a causa de los franceses vencedores,
necesitados de todo y ávidos de riquezas. La
guerra, comenzada en 1792, acabó con el armisticio
de Cherasco, el 28 de abril de 1796. Se exigían
continuos y gravísimos tributos, impuestos
extraordinarios, empréstitos forzosos, entregas
gratuitas intimadas por decreto, multas a los
municipios y a los individuos que se mostraban
reacios, enormes contribuciones de guerra. Se
habían publicado leyes que reducían el valor del
papel moneda, que confiscaban casi todos los
bienes nacionales. Motivos de nueva angustia eran
las requisas de víveres y ropa para(**Es1.30**))
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