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El año escolástico tocaba a su fin, y nuestro
Juan, después de la lectura de un libro sobre la
vocación, quedó tan espantado de los peligros que
se encuentran en el mundo, que cayó de nuevo en la
duda de entrar en el seminario o en un convento.
Después de muchas reflexiones, pensó de nuevo
entrar en cualquier convento de franciscanos,
orden benemérita, gloria y sostén de la Iglesia,
con la convicción de que esto no impediría el
cumplimiento de los designios que Dios le había
señalado. Pero, como él mismo refiere en sus
memorias, tuvo que cambiar otra vez de
pensamiento: <>.
Juan había manifestado también la deliberación
tomada a don Cafasso y a su párroco el teólogo
Cinzano; ellos eran del parecer de que entrara en
el seminario, y esperara a ((**It1.364**))
decidirse por una orden religiosa más adelante.
Juan experimentó cuánto ayuda en el asunto de la
vocación el aconsejarse de personas doctas y
piadosas, y obedeció, como él mismo refiere.
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