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para que progresaran en los estudios y en la
piedad, le habían ganado la estima y el afecto de
toda la clase, que aguardaba con impaciencia el
día de su onomástico para poner de relieve cuanto
la gratitud podía inspirar. Juan iba a la cabeza
de esta demostración y había preparado un hermoso
soneto. Ante todo, el veinticuatro de junio por la
mañan, juntamente conLuis Comollo y otros
compañeros fue a recibir la santa comunión por el
profesor. El atento reconocimiento para cuantos
procuraban su bien fue siempre una de las
características más señaladas de su vida. El mismo
nos dejó memoria de esta fiesta, como de la
celebrada el año anterios en honor del profesor
Banaudi. Por su parte tampoco el profesor Bosco
quiso dejarse vencer en generosidad, ((**It1.362**)) y
señaló el jueves siguiente para un paseo hasta los
llamados Prados de Palermo, a tres kilómetros de
Chieri, con una espléndida comida para todos los
alumnos. Se leyeron varias composiciones a las que
respondió conmovido el profesor. Innumerables
fueron los aplausos y felicitaciones. Siguió
después la merienda en la que todos comieron y
bebieron a su gusto. Después, se dieron a saltar,
correr y cantar: en suma, fue para todos un día de
alegría nada fácil de describir. Pero, a cierto
punto de los juegos, corrió la voz de que no se
veía a Comollo. Temen que le haya ocurrido una
desgracia: recuerdan muy bien que el año pasado, y
en la misma circunstancia, murió un compañero
ahogado en la fuente roja a pocos pasos de allí.
Llenos de consternación se ponen a buscarlo por
los alrededores, pero inútilmente. Al fin, lo
encuentran donde nadie lo hubiera pensado: estaba
escondido junto a la cercana capilla entre unas
matas y una pilastra de la misma capilla.
-Comollo, le dice Juan, qué haces aquí? Todos
están intranquilos por ti y te andan buscando con
angustia. Ven. - Dirigió él una mirada como quien
ha sido estorbado en algo que le agrada y
respondió: -Siento mucho vuestra intranquilidad,
pero hoy no había rezado todavía el rosario y
deseaba pagar este tributo a la Virgen María. -
Tranquilizados los compañeros, dieron las gracias
al profesor y emprendieron la vuelta a Chieri. A
este propósito nosotros, aún admirando la ingenua
devoción de Comollo, digna por cierto de toda
alabanza, hacemos notar, deduciéndolo de las
palabras de Juan, que él, en caso semejante,
hubiera dejado para otro tiempo aquella oración y
no se hubiera apartado de la compañía del profesor
y de los amigos, para no aparecer menos cortés y
ocasionarles disgusto, imitando en esto al querido
San Francisco de Sales, a quien más tarde tomará
((**It1.363**)) como
protector de su Congregación, el cual no quería
ser esclavo de las devociones no obligatorias.
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