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que había aprendido el oficio para ahorrarse el
gasto del barbero y poder prestar este servicio a
los amigos.
Pero todo esto no apagaba su ardor por los
estudios, y seguía dando repaso a los muchachos de
Chieri. La señora Josefina Valimberti, viuda de
Radino, contaba a don Bonetti en 1889: <((**It1.359**)) y mi
madre no cesaba de agradecer a la divina
Providencia el haber mandado a casa aquel
excelente joven. Aquel año mi hermano pasó a la
clase de retórica, después de unos estupendos
exámenes. También el hijo del alcalde, señor
Plebano, ganó mucho con el repaso que le daba Juan
Bosco, y otras muchas familias, enteradas de esto,
deseaban fuera a sus casas para dar clase a sus
hijos. Con frecuencia le invitaban a comer en casa
Valimberti: era aquél un día de fiesta para todos.
Los domingos era siempre nuestro comensal. Cuando
la campana daba el último toque, todos nos
levantábamos y nos poníamos camino de la iglesia;
pero Juan, en vez de venir con nosotros,
desaparecía. Las primeras veces mi hermana
Josefina sospechó que Juan no fuera tan bueno como
se decía, pues creía que no se daba prisa en
acudir a las funciones sagradas y que tal vez no
asistiera; pero no tardó en desengañarse. Juan
tomaba otro camino más largo, para recoger 'a los
muchachos desparramados acá y allá por las calles,
ya que, para no ir al catecismo iban a jugar y
divertirse a los lugares menos frecuentados.
Cuando nosotros pasábamos por el jardín de casa a
la plaza de la catedral, llegábamos a tiempo para
ver a Juan Bosco rodeado de bastantes muchachos,
que él llevaba a la iglesia. En la familia le
teníamos por santo de veras, al ver su agradable
compostura modesta, devota, especialmente durante
la oración. Muchas veces, cuando venía a
visitarnos por la tarde, dirigía el rosario, y era
para nosotros una lección de buen ejemplo. Eramos
tres hermanas no siempre obedientes a mamá y poco
diligentes en el cumplimiento de los deberes de
clase o los trabajos de la casa: -Está bien, decía
la mamá: esta tarde se lo diré a Juan; le enseñaré
este trabajo y íya veréis lo que os dirá! -A
nosotras nos bastaba esta amenaza y, aunque éramos
muy pequeñas, resultaba suficiente para que
hiciéramos lo posible
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