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padres, para no disgustarles después de tantos
gastos y proyectos sobre un porvenir ya asegurado;
el respeto humano ((**It1.355**)) ante
los compañeros, para no parecer ligero e
inconstante en sus determinaciones: son
sentimientos que una y otra vez se suscitan en el
ánimo de un seminarista y le turban y hacen de su
vida una continua angustia. No son muchos los que
Dios somete a semejante prueba; porque los
candidatos al sacerdocio, antes de inscribirse en
el clero, tienen, por la sabiduría de la Iglesia,
medios seguros para cerciorarse moralmente de su
vocación. En general, la defección de los que
llegaron hasta los últimos años de los estudios
sagrados, se debe a una conducta irregular o a una
irreflexión culpable. El amigo de Juan no fue uno
de éstos; así lo demostró con su ejemplar vida
cristiana hasta sus últimos días en los honrosos
cargos que ocupó; vida que él sostuvo gracias a
las disciplinas teológicas estudiadas en el
seminario. Y es que él, en aquel tiempo comenzó a
preocuparse, prefería la soledad y por timidez no
se abría con ninguno.
Sus padres, excelentes cristianos, al darse
cuenta en vacaciones de su cambio, escribieron a
Juan para que fuera a Pinerolo y tratara con su
hijo el asunto que tanto les interesaba, como era
su porvenir. <>.1 Juan,
dejando todo lo que tenía entre manos y
sometiéndose a la incomodidad del viaje, voló al
lado del amigo, se quedó allí varios días, habló
largamente con él, sin insistencias importunas,
como solía hacer en casos semejantes, cuando no se
manifestaba evidente la voluntad del Señor; y por
las respuestas afirmativas, pero no decididas,
pudo entender que probablemente no seguiría la
carrera eclesiástica. Animóle, pues, a dejar de
lado toda angusta, ((**It1.356**))
sugirióle las normas oportunas para proceder con
seguridad en la resolución a tomar, y le dejó
tranquilo. En efecto, al año siguiente, seguro de
sí mismo, dejó serenamente la sotana.
Aníbal Strambio fue más tarde cónsul en
Marsella, mantuvo siempre afectuosa amistad con
don Bosco y, cuando llegaronlos famosos decretos
de expulsión de los religiosos en Francia,
colaboró eficazmente para salvar las casas
salesianas.
1 Prov., XVII, 17.
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