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CAPITULO II
MARGARITA OCCHIENA, MADRE DE JUAN BOSCO -
SU
JUVENTUD - SU CARACTER - TIEMPOS
BORRASCOSOS -
EXIMIAS VIRTUDES DE ESTA MUJER.
MIENTRAS se condensaba sobre la iglesia
católica el negro torbellino de la revolución y el
ojo humano, aterrorizado, no descubría un rayo de
esperanza, la mirada de Dios, que escudriña los
corazones, se complacía contemplando miles y miles
de almas, ignoradas del mundo, que con la oración
y la vida cristiana habrían de cooperar a su
triunfo sobre la impiedad. Eran ellas las madres
cristianas que, depositando en los corazones de
sus hijos el germen de la santidad, los harían
dignos de la misión para la cual Dios los creaba.
Léanse las vidas de santos y se verá, por regla
general, la clara confirmación de esta verdad. El
siglo XIX tiene una abundancia de héroes
cristianos no inferior a ninguno de los siglos
precedentes.
Una de esas almas que Dios miraba con
predilección fue ciertamente la de Margarita
Occhiena, madre de Juan Bosco. Nació en Capriglio,
pueblecito de unos cuatrocientos habitantes, de la
diócesis de Asti, situado en medio de una pequeña
altiplanicie rodeada de lindas colinas, en un
territorio abundante de bosques, a seis millas de
Chieri. Nació el 1 de abril de 1788, hija de
Melchor Occhiena y Dominga Bossone. El mismo día
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fue llevada a la pila bautismal. Padre y madre,
ambos campesinos y con suficientes bienes de
fortuna, poseían sobre todo la más grande de las
riquezas, el santo temor de Dios. El señor bendijo
su unión y Margarita fue la tercera de cinco
hermanos. Los ejemplos y las enseñanzas del padre
y de la madre imprimieron en sus tiernos corazones
un sentimiento profundo del deber, de suerte que,
aun en los años de mayor ardor de la juventud, no
apetecían sino lo que Dios quería.
Espantosas fueron las primeras impresiones que
Margarita recibió(**Es1.29**))
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